El Barcelona tiene a Messi, el Real Madrid a Cristiano y el Atlético tiene a Griezmann. El francés volvió a ser el brazo ejecutor de un conjunto rojiblanco que sufrió lo indecible para abrir el cerrojo del Rostov. Cual muñeca rusa, el Atlético no era capaz de encontrar el final de un entramado casi perfecto.
Pero cuando uno tiene a Griezmann en su equipo, goza de un arma letal. Dos malos despejes acabaron en el fondo de la portería gracias a sendos remates soberbios de un 'Principito' que sigue ganando enteros para ser Rey algún día no muy lejano.
Empezó algo dubitativo el Atlético, sorprendido por la intensidad de un Rostov que a los 30 segundos gozaba de un saque de esquina a su favor. Poco a poco, las cosas se fueron poniendo en su sitio y el balón empezó a gozar en posesión de Koke y Gabi.
El Atlético maceró su partido y Griezmann se inventó una maniobra prodigiosa para colocar el ansiado 1-0. Lo más difícil estaba hecho. Tras tocar en un defensa, el francés se vistió de bailarina para girar y marcar con un toque tan sutil como afinado.
Simeone respiraba y celebraba, consciente del cambio que significaba ese gol en el partido. Pero el Atlético falló donde nunca lo hace. Pérdida de concentración y en un contragolpe fugaz Azmoun ponía el empate. Tocaba volver a empezar, pero con menos tiempo por delante y un Rostov venido arriba.
Asedio sin ideas
El descanso sirvió para reordenar ideas. El Atlético se instaló en campo rival y apenas tuvo que echar la vista atrás en el segundo acto. Los rusos, conscientes del punto que tenían entre manos, le dieron una vuelta más al cerrojo.
Y el Atlético se ahogó. Los fantasmas de Alavés y Leganés nublaron la vista de un equipo que bordó el fútbol por momentos, pero careció de ideas en otros. El tiempo corría veloz, Simeone metía artillería. Gameiro y Correa para buscar romper una muralla que no dejaba entrever fisuras.
Hasta que la heroíca apareció para encumbrar a un 'Principito' iluminado. Calcado al primer tanto, un mal despeje procedente de un defensa dejó a Griezmann mano a mano ante Dzhanaev, y el francés, con la tranquilidad que caracterizan a los asesinos silenciosos, la puso en la escuadra con otro toque sutil y colocado.
Ni siquiera salpicó sangre tras el zarpazo letal de un Griezmann que sabe sacar las castañas del fuego en cualquier tipo de escenarios. El asistente dudó, el Calderón se calló, pero el árbitro acabó dando el gol y el pase a los octavos de final por cuarta temporada consecutiva.
Por delante, el reto de ser primero de grupo, pero este Atlético ya es un animal de Champions de los más peligrosos. La obra maestra de Simeone busca su cielo y el 'Principito' un trono que cada vez parece más hecho a su medida.