Se tenían ganas. Bueno, 'les verts' tenían ganas al PSG. Ni cotizaba que se iba a mostrar un buen puñado de amarillas, pero la victoria le costó mucho más cara de lo que el PSG quizá hubiera estado dispuesto a asumir.
Los anteriores dos duelos, en la Ligue 1 y en octavos de la Copa de la Liga, se decidieron a favor del PSG. Los dos partidos fueron goleadas de los parisinos, y en ambos el Saint-Étienne se quedó con diez mediado el primer tiempo. ¿Se repetiría la historia?
Se repitió, a medias. Salieron los dos a luchar sin cuartel por la victoria, pero en el primer minuto ya estaba Neymar, quien había fallado una clarísima segundos antes, rodando por el césped, tras llevarse la primera falta de la noche. Maçon le hizo una dura entrada que le costó la primera amarilla del encuentro.
El colegiado advirtió a 'les verts' de que no les iba a pasar una, y el espectáculo mejoró. En el 5' el Saint-Étienne estrelló un balón en el poste y por momentos encerró y anuló al PSG.
Y entonces, cuando mejor estaba el Saint-Étienne, marcó el PSG. Moulin, el portero de 'les verts', hizo la primera de las muchas paradas de mérito con las que mantendría vivo a su equipo, pero nada pudo hacer ante el rechace. El tiro de Mbappé no entró, pero sí el de Neymar, ajustado al larguero para que los zagueros no pudieran sacárselo.
Había pasado apenas un cuarto de hora de partido, y la dinámica de este cambió. Sí, el Saint-Étienne siguió atacando, y Keylor hizo varias paradas dignas de mención, hasta que en el 26' Perrin hizo la entrada que dinamitó la final.
Cazó abajo a Mbappé, y el árbitro le amonestó. Eso provocó una pequeña tangana, de la que salieron varios amonestados más. Y todo eso, mientras Mbappé se dolía en el césped. Entraron las asistencias y se marchó cojeando.
Mientras tanto, el colegiado recibía la temida llamada del VAR. "Debes ver la repetición", le debieron decir. Acudió al monitor y, tras amonestar también a Verratti por husmear mientras revisaba la acción, cambió la amarilla por una roja directa.
Perrin, que estaba jugando su último partido como profesional, colgó las botas como otros tantos, expulsado por roja directa. Se disculpó con Mbappé y agachó la cabeza. Se marchó, al borde del llanto, a los vestuarios.
A partir de ahí, y hasta nueva orden, el partido fue un monólogo del PSG, pero los de Tuchel no fueron capaces de plasmar esa superioridad en más goles. Y no fue por falta de oportunidades, fue por culpa de Moulin, inmenso bajo palos.
Hubo otro momento de tensión, antes del descanso, cuando Camara realizó otra entrada criminal, esta a Paredes. Mordaz, pidió al colegiado que también la revisara. Y este, tras amonestarle, citó a los capitanes para poner orden.
Y funcionó. El partido no se le fue de las manos. Y, tras el descanso, el Saint-Étienne cambió el chip. Se dejó de fútbol duro, al borde del reglamento. Metió a los jugones y puso hasta en apuros a un PSG que jugaba con uno más.
Pero, como el PSG antes, no fue capaz de transformar su superioridad en goles. Desfondándose poco a poco, dejaba opciones para que el PSG sentenciase, algo que tampoco ocurrió, gracias a Moulin.
La segunda parte fue avanzando, lenta pero firme, hasta el 90', con 'les verts' buscando en los minutos finales el gol del empate, con cuatro delanteros en el campo.
Cayó el Saint-Étienne de pie, mostrando su mejor cara, tras enseñarle al mundo la que nadie debería ver en este deporte. Demostró que sabe hacer algo más que coser a patadas a Neymar, Mbappé y compañía.
El PSG se proclamó campeón de Copa, pero pagó un altísimo peaje por ello. Perdió a Mbappé, a saber por cuánto tiempo, con la final de la Copa de la Liga en unos días y la Champions en Lisboa en unas semanas. Nunca un título había sido tan caro.