Fue una recta de final de partido inolvidable. Jairo Cárcaba había adelantado al Castellón en el 83', Marqués había igualado la contienda en el 85', y cuando parecía que no habría tiempo para más, los locales dispusieron de una falta en la frontal.
César Díaz se colocó junto a un compañero en posición de remate. Y la fortuna sonrió a los albinegros: aunque César se resbaló a la hora de golpear al balón, este rebotó en el bosque de piernas y se le coló a Carevic.
Al partido le restaban segundos (estaba camino del cuarto minuto de alargue), y tras el pitido final la emoción hubo de contenerse. Porque el Castellón aún no estaba salvado. Dependía de lo que sucediera en el Alcoyano-Conquense.
La época de los transistores es historia, ahora mandan los móviles. Los jugadores del Castellón abrieron su app favorita de resultados (esperemos que fuera BeSoccer) y se pusieron a mirar cómo iba el partido en Alcoy.
Se habían ido al descanso sabiendo que el Alcoyano ganaba 1-0, y ahora se enteraron de que en el último suspiro Luis Hernaiz había empatado el partido para el Conquense. Y esos minutos, los que transcurrieron entre el final del partido en Castalia y el final de El Collao, fueron eternos.
Pero cuando se confirmó este final también, la alegría se desbordó. No era para menos. El Castellón había certificado, en la última jornada, en el último suspiro, su permanencia una temporada más en Segunda B.