Bordalás se lleva su estilo allá donde va, está claro. Imprime su filosofía de juego y crea un equipo duro, correoso, pero sobre todo rivales a los que no te quieres enfrentar, porque sabes que lo vas a pasar mal. El Celta lo comprobó en sus carnes este domingo.
El Celta de Vigo propuso un estilo, y el Valencia, otro. El choque entre Coudet y Bordalás nos brindó un partido precioso, vibrante, apasionante, que se afeó como pocas veces se ha visto en su recta final.
Como si de una película de terror se tratara, el encuentro en Balaídos pasó de la épica a la tortura psicológica en cuestión de minutos. El partido dejó de ser bonito a ser tedioso, y de ahí, a ser un suplicio para el Celta. Porque el Valencia estuvo en su salsa todo el tiempo.
Y eso que se adelantó el cuadro gallego, gracias a un error forzado por la elevada presión del conjunto celeste a la salida de balón del Valencia. Recibió Aspas en el área, y como en el uno contra uno es infalible, bicicleta y disparo raso al palo largo para hacer el 1-0.
Un gol que le pasó una carísima factura al Celta: Aspas se había lesionado en el proceso. El capitán lo sabía, y sabía que no era algo leve. Estaba apercibido y, sin venir a cuento, se quitó la camiseta para forzar la quinta amonestación. Sabía que no iba a llegar al siguiente partido y qué mejor que volver dentro de dos semanas limpio de tarjetas.
Coudet tuvo que mover ficha, y reforzó su centro del campo, pasando del 4-4-2 en rombo a un 4-4-2 clásico, con Renato Tapia acompañando a Fran Beltrán en el doble pivote, pues el internacional Sub 21 llevaba amonestado desde el 9', dos minutos antes del gol de Aspas.
No hubo tiempo para ver si el cambio funcionaba o no, porque el Valencia, que también presionaba al Celta en la salida del balón, provocó un error de Dituro que desembocó en el empate a uno, obra de Hugo Duro.
El partido entró en una nueva fase, en la que Celta y Valencia merodearon un segundo tanto hasta el descanso, sin que el marcador se moviera. Lo que sí empezó a quedar claro es que ni unos ni otros iban a hacer prisioneros en esta fría noche de domingo.
La tensión se empezó a desbordar ya en la segunda mitad, donde el juego empezó a ser más duro, y las protestas, constantes. Pero el fútbol seguía fluyendo, hasta que dejó de hacerlo: marcó el Valencia y Bordalás dio la orden de que se acabara el partido.
De nuevo, un error, pero este no forzado. Dituro sacó en largo para Kevin, este trató de controlar el balón en carrera y puso en bandeja el robo a Gayà, quien le entregó la pelota en la frontal a Maxi Gómez, y este, a su vez, con un buen control orientado se quitó de encima a Araujo. Mano a mano con Dituro, cumplió con la ley del ex, tras lo que pidió perdón a la que hace no tanto fue su hinchada.
El Valencia se echó atrás con el gol y el Celta se volcó sobre la meta de Cillessen, quien pese al intento de cerrojazo de sus compañeros tuvo que firmar alguna que otra parada de gran mérito, casi todas a un Santi Mina que al se le veía que también quería marcar a su ex equipo.
El ritmo empezó a decaer pasada la hora de juego, conforme los cambios empezaron a frenarlo, sobre todo a partir del 70', cuando una serie de lesiones cayeron como una maldición sobre Balaídos. Primero fue Piccini, y tras él, su rival Araujo.
El Celta trató de bombardear la meta de Cillessen en busca del gol, pero el Valencia estaba decidido a que se jugara lo menos posible. Y empezó a perder tiempo y, sobre todo, a desquiciar a los celestes con su 'antifútbol'. Había que romper el ritmo del partido y Bordalás es un especialista en ello.
Los discípulos de Coudet, y el propio 'Chacho', estaban de los mismos nervios, protestando cada jugada, cada decisión arbitral. Buscaban un gol que no llegaba, y sentían que se lo estaban escamoteando.
Y el 90' llegó, y tras él, un alargue de cinco minutos que se antojó muy corto a los celestes, y demasiado largo a los 'ches'. Y con él, un pitido final que acabó con las esperanzas del equipo vigués de empatar un partido ante un Valencia que volvió a demostrar que cuando toca sufrir, sabe hacerlo mejor que nadie.