El Valencia ganador de los últimos tiempos se edificó con los sobrios mimbres de Rafa Benítez. Una estructura impenetrable que sacaba petróleo de sus goles. Campeón, aunque no atractivo. Había que irse hasta el de finales de los 90 para encontrar a Mestalla enamorado del juego de su equipo. La versión actual apunta a su sucesor.
Goles (golazos), juego alegre e insaciable. Futbolistas más preparados para la combinación que para la destrucción. Con recursos y ganas. Los trazos que definen al conjunto de Marcelino aúnan victorias y estilo. Vence y convence. Y ante el Alavés se dio un buen festín. Dentro de un año muy competitivo, probablemente Mestalla viera el mejor partido de los suyos. Al menos, desde el punto de vista preciosista.
Mijatovic, Fernando, Piojo López, Pepe Gálvez. Nombres que tenían dinamita en la botas y aportaban varios tantos por encuentro en casa. Ahora se empieza a subrayar los de Rodrigo, Zaza, Guedes, Parejo. El conjunto 'ché' fue un tornado que barrió al Alavés. Ficticiamente renacido con un tanto de Sobrino en la reanudación aprovechando un despiste. Pero la única realidad es que Pacheco se ganó una buena subida de sueldo con tanta parada.
Un golazo para abrir boca
Rodrigo, de nuevo reclamado por Lopetegui, ha pasado años difíciles. Así que ahora quiere disfrutar de su racha e intentar imposibles. Su pared con Zaza fue una delicia. Parecía que el italiano no se la iba a devolver, pero sólo estaba ganando tiempo para despistar a la zaga del desmarque del hispano-brasileño. Se la dio cayéndose y un delicioso giro de tobillo dio la primera alería de la tarde.
Tres jornadas seguidas marcando, cuatro goles en los últimos tres partidos. El Mundial ha pasado de canto de sirena a tierra a la vista.
Zaza, que a veces cambia su alma de '9' por interesante segundo delantero, tiró de egoísmo para hacer el segundo pasada la media hora. Parejo abrió la fábrica de asistencias a balón parado con un servicio medido. El italiano remató raro, con la planta del pie, y en difíciles apreciables centímetros en posición antirreglamentaria. Para subir su listón de goles en una temporada a la docena.
Más en la segunda mitad
Antes y después de esos dos goles, Pacheco dejó el currículo en Mestalla. Está el meta del Alavés para empresas serias. Porque, vendido en los tres tantos que encajó, hizo más del doble de paradas, y todas de mérito. Aunque Sobrino, en el único fallo atrás del Valencia, dio algo de emoción a los 50 minutos, fue justo que sólo durara cinco.
Carlos Soler galopó y dio un pase de la muerte que mató a Laguardia. Su mala colocación le hizo rematar de manera absurda a su propia portería. Una pena porque el partido se quedó sin batería y apenas dio tiempo a algún chispazo. Como una vaselina de Ibai que lamió la madera. Y como Pacheco decidió ser un baluarte hasta el minuto 90, la goleada no pudo quedar más redonda aún.