El Granada fue ese tipo que se encontró la tragaperra caliente, echó una moneda y ganó fácil. Todo porque el VAR desnudó al Celta en media hora. El colegiado rompió el partido y alimentó el debate sobre la máquina y el hombre.
Porque la nueva norma del talón de Aquiles pareció demasiado castigo para Jorge Sáenz cuando el choque aún empezaba a carburar. En el minuto 25, Fran Beltrán también enfiló el camino a vestuarios previa consulta por el monitor. En la patada a Antonio Puertas hubo menos que objetar.
La cuestión es que ese fue el principio del final del partido. La victoria estaba escrita a expensas de que los tantos rojiblancos llegaran antes o después. No tuvo prisa el conjunto de Diego Martínez, que incluso por momentos tuvo pulsaiones muy bajas con el 0-0.
Hasta se permitía el lujo de llegar el Celta, pero era puro espejismo. Por superioridad, la fruta caería madura. Bueno, más que caer, la cogió del cielo Germán merced a un gran salto en el último córner de la primera mitad. Sin oposición, hizo el 0-1 a placer.
Con los de Fran Escribá enfadados y rozando el tercer expulsado, el Granada absorbió la bola, vivió en campo rival y no especuló mucho para cerrar el choque cuanto antes. En una de esas, Yangel Herrera se vio demasiado solo en la frontal. Chutó casi por inercia. Y se marcó uno de los golazos en lo que llevamos de liga. No pudo estrenarse mejor.
El zapatazo del venezolano finiquitó el encuentro. No quiso hurgar en la herida el cuadro andaluz, no quiso exponerse el Celta. Los gritos de "roja, roja", en Balaídos fue lo más divertido de ahí al final.