El mundo giró a más revoluciones en El Molinón. Nadie se fue contento a casa después de todo lo que pasó. Más que paladear un punto, seguro que asturianos y madrileños se fueron a casa maldiciendo haber perdido dos.
Ambos tuvieron sus ocasiones y sus momentos para haber dado un zarpazo, por más que fuera el Rayo quien jugara a remolque y los gijonenses los que desperdiciaran el 1-0 a favor. Y al revés: primero los locales se quedaron con diez; luego Tito niveló la contienda.
El choque pudo haber empezado al revés de no ser por la buena parada de Mariño, con reflejos leoninos, ante Álvaro García cuando estaba prácticamente en boca de gol.
Quien no perdonó fue Borja López, que sacó la caña a pasear tras un cabezazo al larguero que Catena no pudo despejar bien.
El equipo de Paco Jémez, siempre muy metido en el choque, pudo reaccionar antes, pero de nuevo la madera fue protagonista. Pozo la puso, Andrés la cazó, y El Molinón resopló.
Con el primer reparto de tarjetas y la promesa de actividad en el segundo tiempo, se llegó al descanso.
El VAR demostró que tenía batantes pilas en la segunda mitad. Hubo de todo. Lo primero, un tanto anulado a Djurdjevic. Una pena para el delantero, porque había anotado un gran tanto.
Quien no perdonó fue Andrés, uno de los fichajes del curso para el Rayo. Aprovechó un buen pase en profundidad para hacer llegar el empate pese a que no disponía de mucho ángulo para el disparo.
El carrusel de acciones polémicas empezó a tomar el mando: gol anulado a Andrés, roja para Nacho Ménez, expulsión de Mario Suárez que el VAR no consideró y un festival de amarillas.
Con el choque abierto y llegada a ambas áreas, se añadieron seis minutos. Ahí tampoco falló el recurso del videoarbitraje, sí los goles.