Su nacionalidad noruega es solo un sello en un libro. Este chico es puro fuego, una bestia. Su fútbol volcánico engulló a Neymar, Mbappé, Di María y todo lo que vistió de blanco en el Signal Iduna Park. Está aún aún vivo el PSG, sí, pero también avisado: por la valentía del Borussia y por la capacidad de devastación de Haaland.
Quizá habría que revisar los hospitales de Leeds, donde nació circunstancialmente, para comprobar si realmente lo hizo de manera natural y no es un experimento de laboratorio. Porque es de otro mundo todo lo que hace. Ya había dado buena cuenta de la Champions con el Salzburgo en la fase de grupos, pero es que su debut con el Borussia, como en la Bundesliga y la Pokal, también llegó con goles y decisivos.
Lejos de elevarse a los niveles de Messi, Cristiano, Mbappé o Neymar, hasta el punto de eclipsarlos a veces, Haaland tiene el mérito añadido de estar creando un biotipo único de goleador. Su efectividad y su estrella son su factor diferencial. En su primer examen de vértigo con el Borussia, dos tiros a puerta y dos goles. Es bárbaro. No que lo hiciera, sino que lo volviera a hacer.
El segundo de ellos, además, cuando Neymar acababa de tirar una tonelada de hielo sobre el incendio que había supuesto el 1-0. Mbappé y Neymar venían de demostrar que solo necesitan asociarse una vez para hacer estragos. Pero, dos minutos después, él solo se tiró contra el ejército parisino, ondeando la bandera de la osadía y la determinación. Se sacó tal latigazo que hasta Keylor Navas pareció un portero menor.
Fue su gol de músculo, de héroe que acude resuelto a acabar con el peligro. El primero, además de una celebración yogui, también tuvo la otra cara de los héroes: la de estar en el sitio perfecto en el momento de justo. Para tirar la caña después de que un tiro de Guerreiro quedara rebotado casi en boca de gol. Esa es otro de sus virtudes, imantar la suerte, estar empadronado donde pasan las cosas.
Los tres goles se concentraron en nueve minutos taquicárdicos, pero la electridad siempre estuvo presente en el duelo. Sobre todo, porque el equipo de Favre, en su línea de los últimos años, salió a jugar descamisado, rumbo a su sueño. El PSG conectó con sensaciones más planas, de una suficiencia que deberá olvidar en la vuelta si no quiere la tercera estocada seguida en octavos y el fin del juguete de Al-Khelaïfi.
El choque era la fiesta de los tipos con las botas rociadas de pólvora. La primera bala fue de Neymar. En su ansiado regreso, rozó de falta la escuadra a los 11 minutos. La ocasión nos engañó, porque luego se confirmaría como algo esporádico; si valió para entender que salió a jugar con más voltaje que un Mbappé ausente hasta el descanso.
El Borussia fue Juanmji, coleccionó salidas en tromba que no cuajaron por Keylor y por la precipitación. Hasta un seis contra tres dilapidó un individualista Sancho. El inglés y Haaland, con Hazard más timorato, pedían guerra a cada llegada.
Fue el despertar de Mbappé el que avisó de toda la locura que luego pasaría. En un minuto encontró la misma fuga dos veces, aunque también el muro de Burki, atento las dos veces para detener sus disparos. Entonces Haaland, con su rictus y su fútbol de Soldado Universal, estalló.
Pero es que no solo bigoleó. Es que Haaland, con su zancada inigualable, tiró al suelo a Kimpembe en potencia, sentó a Thiago Silva en una baldosa, rompió la hierba cuando ingresó con alta velocidad en el área. Hasta el punto de que lo inhumano no fuera su colección de méritos, sino que marrara en la primera mitad un cabezazo que era más difícil errar.
Neymar, por momentos a la altura del mano a mano, con más varita que ruido, fue el 'prota' solo durante dos minutos. Eso sí, su tanto en el 76' fue la firma a la obra de Mbappé, que saltó sobre dos rocas de un chispazo en el área y le regaló el tanto.
A Tuchel, que solo hizo un cambio, siempre le quedará París. Y Neymar, al que el palo le negó el empate en el 81'. Pero Favre tiene a Haaland, que ya es máximo goleador de la Champions con diez goles. Y un universo arrebatador que ha escrito su noruego nombre en el futuro del fútbol.