El bloque blanquiazul ha sumado un punto de los últimos quince. El técnico madrileño ha confesado que se siente fuerte, pero lo cierto es que las sensaciones no son buenas. Le resta un año de contrato y, salvo giro inesperado, a día de hoy todo apunta a que no seguirá.
A falta de cinco jornadas para terminar la competición, el equipo está más preocupado de conectarse a la afición 'periquita' que de alcanzar un puesto determinado en la clasificación. Es una temporada sin estímulos y demasiada anodina para un proyecto que prometía estar en Europa.
Quique Sánchez Flores siempre ha apostado por dirigir un grupo que transmita y que emocione a los suyos. De todos modos, en estos momentos el guión es radicalmente diferente. El partido contra el Eibar fue tenso en las gradas: de la apatía se pasó a la crispación.
El entrenador no habla de su futuro. En cuanto le preguntan por esto en una rueda de prensa, declina amablemente responder. Pero en sus últimas comparecencias públicas ha afirmado que intuía en agosto que la temporada iba a ser dura y ha augurado que la próxima campaña no cambiará excesivamente el escenario.
Es una situación compleja para todos y no parece que vaya a cambiar si los resultados del Espanyol no mejoran. Está a nueve punto del descenso, marcado por el Deportivo, y pese a que las opciones de bajar son remotas, los nervios están a flor de piel.