Andrés Iniesta es un hombre nuevo en Japón. Allí llegó a iniciar una nueva aventura después de serlo todo en el Barça y en la Selección Española. Ahora "todo es diferente" para el manchego, que encabeza un proyecto que le "apasiona" y le "gusta" sin esconder que "las condiciones económicas y en todos los sentidos son muy buenas".
Su equipo, el Vissel Kobe, no marcha del todo bien y aún no ha sido capaz de dejar atrás de forma contundente los puestos de descenso. Los comienzos, por tanto, no fueron los ideales. "Me incomoda vivir una situación más negativa de lo esperado. Sigo siendo autoexigente, porque vienes aquí y todo el mundo está pendiente de ti".
Habló, entre otros temas, de cómo conoció a su esposa, Anna, y de que los privilegios de los futbolistas no les hace alejarse de la realidad, de los problemas comunes de un ser humano. En este sentido, Iniesta reconoció que durante 2009 y 2010 pasó por una depresión que quedó atrás con el Mundial de Sudáfrica.
"Tuve una etapa bastante chunga entre 2009 y 2010, antes del Mundial. La razón no sé cuál fue, pero entré en una depresión que me dejó muy tocado. Tuve ayuda psicológica, tener todo no te marca la felicidad. Yo me sentía vacío y acabábamos de ganar un triplete. El Mundial, más allá del gol, me dio la vida", admitió el manchego.
En sintonía con estas palabras, Iniesta recordó varios momentos en los que la emoción le pudo: "Sobre todo en esta última etapa con tantas despedidas. He llorado también cuando han salido mal las cosas, cuando has perdido algún título o también cuando lo has ganado".