Hay clubes que tienen un idilio con la Copa. Barça y Athletic, los más laureados del torneo, son los máximos referentes a este respecto, pero no es descabellado decir que el Mirandés ha encontrado en la Copa su competición fetiche.
Los rojillos fulminaron al Sevilla en octavos, y en cuartos fue el Villarreal el que pasó por Anduva para recibir su correctivo. Ganó, y con justo merecimiento, el Mirandés al Villarreal.
Desde el primer minutos quedó claro cómo iban a jugar rojillos y amarillos. El Villarreal quiso imponer su fútbol, pero se topó con un Mirandés que no le dejó respirar.
Andoni Iraola tejió una tela de araña y el Villarreal cayó en ella. Los de Calleja no eran capaces de pisar el campo rival sin perder el balón, fruto de un robo o un mal pase, tras lo que el Mirandés salía al galope hacia la portería rival.
Fue la tónica habitual de los primeros compases del partido, y así tuvo la primera clara el Mirandés, a los 13 minutos de juego. Y así llegó el 1-0.
Contra rojilla, originada en un robo a Cazorla. Balón alto para Merquelanz, peinada de este para Matheus y el brasileño, tras superar en el corte a Sofian Chakla y luego dejar por los suelos a Funes Mori, batió por el palo corto a Andrés Fernández.
Saltaba la sorpresa en Anduva, pero la alegría apenas duró un cuarto de hora a la hinchada local. Tras el gol, el Villarreal apretó, y de una falta sobre Cazorla en una situación comprometida el cuadro visitante logró empatar.
La botó Ontiveros, y se sacó de la chistera un golpeo exquisito, como los de Cristiano cuando era una amenaza lanzando faltas. Superó la barrera y cayó en picado para entrar ajustado al poste, imparable para un Limones que solo pudo mirar cómo le marcaban el gol del empate.
El gol hizo mella en la moral rojilla. Se estaban desfondando y habían sido empatados en una de las contadas ocasiones de peligro que habían concedido.
El partido entró en una fase más pausada hasta el descanso, pero justo entonces, en el alargue del primer tiempo, la locura volvió a adueñarse del encuentro. Estaba apretando en la recta final el cuadro de Iraola, y en un córner sacó petróleo.
Botó uno, luego otro, y acabó forzando una falta en una situación de peligro. Pero el VAR había llamado la atención del colegiado, y De Burgos Bengoetxea acudió al monitor para revisar una jugada.
Y, en efecto, en el segundo córner Quintillà cometió la irresponsabilidad de saltar con los brazos extendidos, tocando el balón con el izquierdo, y obligando al colegiado a pitar un penalti que transformó a continuación Merquelanz.
El Villarreal se fue al descanso con la imperiosa necesidad de cambiar algo, y Calleja lo hizo. Se quedó en la caseta Sofian Chakla y entró Rubén Peña. Fuera por el cambio o por la charla, el Villarreal saltó con energías renovadas al segundo tiempo.
El Mirandés, quizá afectado por el vértigo de verse ganando y de nuevo en semifinales, sufrió y acabó concediendo un penalti que no necesitó de VAR para ser señalado: Odei se tiró a tapar un centro con los brazos alegremente estirados y el balón le golpeó.
Penalti que aprovechó Cazorla para devolver de nuevo las tablas al marcador. Tanto que sembró la duda en el Mirandés. ¿Cómo encajaría el golpe el modesto equipo rojillo?
Pues como buenos 'jabatos', con rabia. Haciendo el tercer gol. El Villarreal flojeó durante todo el partido en defensa y, en una falta lateral, directamente hizo aguas. El balón al segundo palo lo remató completamente solo Odei, para enmendar su error en el penalti y poner contra las cuerdas al Villarreal.
Se volcó el cuadro castellonense al ataque, pero el Mirandés, con sus cambios, cavó trincheras en su campo que los de Calleja no eran capaces de atravesar con comodidad.
En cambio, los de Iraola salían cada vez que podían a la contra, amenazando al Villarreal con el gol de la sentencia. Y tras mucho insistir, este llegó. El de la apoteosis de todo un pueblo que ve como su modesto equipo se vuelve a colar por segunda vez en las semifinales de la Copa del Rey.
La contra acabó con un regalo de Merquelanz para Antonio Sánchez, quien remató a puerta vacía, empujado por todos los aficioandos congregados en Anduva, el gol de la sentencia.
Hizo méritos el Mirandés para pasar, pero no es menos cierto que el Villarreal, pese a hacer un partido mediocre, pudo haber evitado la catástrofe. Pero cuando los de Calleja exigieron a Limones, este contestó. Algo que no ocurrió más que en muy contadas ocasiones en el otro área.
Ya espera rival el Mirandés. Será otro Primera, y sueñan en Anduva con una machada que será de nuevo histórica, y seguramente sin precedentes.