Un penalti es, en muchas ocasiones, un duelo mental. El lanzador necesita poner sus cinco sentidos en mandar la pelota al fondo de la red. En cambio, el arquero busca siempre la mínima distracción de su rival para evitar el tanto.
En este caso, Florin Niță elevó a otro nivel el pretexto de una pena máxima. El portero del Sparta de Praga dejó este domingo una imagen para el recuerdo de los telespectadores.
En el choque ante el Sigma Olomouc, antes del lanzamiento desde los once metros de Pablo González, el cancerbero se puso las manos por detrás de la espalda mientras estaba colocado encima de la línea de la portería. Sin ningún movimiento extra, se limitó a esperar.
Cuando disparó su rival, acertó el lado y logró evitar el tanto después de una maniobra que no se había visto antes.