Leo Messi se irá del Barça el día que se aburra del fútbol. O el día que el fútbol del Barça le aburra a él. Y en esa línea preocupante se mueve la versión de esta temporada. El chaleco antibalas del Camp Nou viene amortiguando los baches, pero Los Cármenes, como El Sadar, uno de esos campos donde se pierden las ligas, incidió en esa imagen plomiza y endeble que está desangrando a los de Valverde este arranque de temporada.
Fantasmagórico. Triste. Previsible. El Barça empieza a acumular derrotas, desastres y adjetivos peyorativos a medida que sale de su estadio. Sin el aura su campo, se convierte en un equipo vulgar. Ya son tantos los accidentes que la tendencia derrotista es su nueva realidad.
Messi siempre fue el elemento diferencial del Barça. Cuando su equipo fue maravilloso, él se hizo sublime. Cuando hubo una maquinaria perfecta, él jugó de manera pluscuamperfecta. Ahora la dependencia se escribe desde nuevos términos. Porque el rosarino sigue estando por encima del equipo, pero para intentar parchear las miserias. No es que se haya hecho mortal sin él, es que se ha vuelto incapaz de crear peligro.
Ansu Fati, con esa inconsciencia de la juventud y unas ganas enormes de comerse el mundo, se postuló en 45 minutos como su gran escudero. Se asociaron bien, se entendieron a la perfección. Pero a este Barça le hacen falta más que dos superhéroes para cubrir tanto desaguisado en el juego y el resto de rendimiento individuales.
Cuando entraron de una tacada en la reanudación, el Barça ya había perpetrado una primera mitad penosa. La endeblez atrás comenzó con polémica y algo de bochorno. Lenglet acabó por los suelos, el colegiado no pitó nada y Junior, en un grave fallo, permitió a Antonio Puertas cabalgar, centrar y habilitar el remate de Azeez en boca de gol.
Un rosario de decepciones
Al equipo de Valverde le han marcado en todos los partidos ligueros, ya sufre el sonrojo de ser el más goleado de la competición y se ha quedado sin marcar en dos partidos (tres sumando el de Dortmund). Los mecanismos fallan. Porque el primer tiro a puerta llegó a los 80 minutos. Y cualquier rival le hace daño. La sensación es de estar aún de pretemporada.
Algo extraño ocurre cuando la figura de Busquets, en sus presencias y ausencias, explica los estrépitos. No está al 100%, y eso lo acusa al equipo, como se vio en Dortmund. Por eso sorprende menos que le cambien. Pero es que también se le echa en falta si no aparece. Rakitic, en su primera titularidad, no le hizo olvidar. Y De Jong, lo único potable en la primera mitad, es un 50% de sí mismo si le quitan la posibilidad de asociarse cerca del área rival.
Dentro de la decepción generalizada, de nuevo la de Griezmann aparece subrayada en rojo. Su incapacidad se hizo de nuevo manifiesta. Su único atenuante es el mareo que está sufriendo con los cambios de posición de Ernesto Valverde. Da la sensación de que el técnico no tiene ni idea de dónde encajarlo.
Porque Luis Suárez tampoco estuvo afortunado, pero apareció y lo intentó. Lo suyo fue más una cuestión de fallos; lo del francés, de incomparecencia. Su partido se hizo más inocuo viendo cómo Messi encontraba con facilidad a Ansu Fati, como si llevaran jugando juntos toda la vida.
Una cenicienta en la cima
Honores al Granada, un equipo de autor y que tiene el boceto muy claro. Se acostó líder con su mejor arranque de todos los tiempos porque representa todas las virtudes de un recién ascendido perfecto. Disfrutar de la vuelta a casa, el bloque de Segunda, un técnico que exprime bien a los suyos y una afición que empuja a los suyos.
Los nazaríes interpretaron el guion a la perfección, los cambios permitieron mantener el tono y hasta uno de ellos, Vadillo, amplió la ventaja cuando podía temerse el empate con Messi llevando las riendas del choque.
También Cuadra Fernández tuvo su cuota de protagonismo. A su arbitraje le faltaron algunas amarillas y le sobraron varias. Y desde la discutida acción inicial hasta el claro penalti que el VAR le rescató por manos de Arturo Vidal, sus pitidos fueron un desconcierto. Puede quejarse el Barça, porque también le escamotearon un penalti a Luis Suárez, pero no debe justificar su derrota en la figura del balear. Sus problemas son mucho más estructurales.