El Deportivo dejó tocadísimo a Pako Ayestarán e hizo aún más sangre de los problemas de Las Palmas, que son muchos y preocupantes estando todavía rozando noviembre. Le duró la gasolina a los canarios lo que aguantó Jonathan Viera, que se lesionó en la primera parte y desnudó aún más las carencias de su equipo.
Ganó el Dépor simplemente porque creyó en el triunfo. No están tampoco los de Cristóbal Parralo para sacar pecho, pero las penas con victorias son menos. Ganaron, además, después de que Las Palmas asaltara Riazor hace pocas fechas en Copa con un sonrojante 1-4.
La historia parecía reproducirse cuando Rémy batía en el ocho a un errático Pantilimon, que vio como un flojo remate de zurda del francés, esquinado y sin opción, se colaba por debajo de sus piernas. Todo eran sonrisas en Gran Canaria hasta que tres minutos después Viera decía adiós al encuentro.
Fue el momento en el que Las Palmas se desactivó, ávido del santo y seña de su fútbol. Sin Viera, básicamente, Las Palmas no juega. Vitolo volvió a dar su versión más guadianesca y Calleri se frustró con sus propios errores.
El Deportivo olió sangre y tras un rechace que tocó el palo de Lizoain, Celso Borges batía de cabeza al guardameta canario tras un buen servicio de Fede Cartabia. Una jugada que define perfectamente al costarricense, un llegador fantástico para los intereses del Dépor.
Otro de Borges y la nada en Las Palmas
El descanso no permitió a Ayestarán encontrar algún resquicio por el que echar a andar a su equipo, con una alarmante falta de ideas. Así, el Dépor no necesitó más que un delicioso saque de esquina de Lucas Pérez y la cabeza de Borges, otra vez Borges, que daba el 1-2 a los coruñeses.
Fue el fin para Las Palmas, que echó de menos a los hombres llamados a capitalizar su ataque. Mientras tanto, Lemos dejó constancia de que no es el jugador de la campaña pasada, cometiendo un claro e inexplicable penalti tras derribar a Cartabia. Lucas no desaprovechó el regalo y sentenció con el 1-3.
Poco más ocurrió desde ahí, apenas una ocasión malograda por Calleri y el enfado de la afición amarilla, que contempla con preocupación como su equipo no levanta cabeza. Todo lo contrario que un Dépor que toma oxígeno con una victoria que repara cualquier mal.