Al parecer, el colegiado y el jugador no se entendieron, ya que el propio futbolista recibió una falta y el máximo mandatario del encuentro pensó que estaba intentando perder tiempo.
"El gilipollas éste me ha hecho salirme y no puedo moverme", afirmó el jugador a las propias asistencias del Almoradí. Acto seguido, el árbitro escuchó sus palabras y le mostró la segunda tarjeta amarilla, que conllevaba a la expulsión.
Rápidamente, Granados se levantó y le asestó un cabezazo en la nariz al propio colegiado sin pensarlos dos veces.