Aunque parezca que a veces se ausenta, la justicia siempre suele personarse sobre el verde. El Betis puede dar fe de ello y hacerlo, de hecho, gracias a su propia fe. Recibió heridas profundas, sufrió decisiones polémicas, pero a base de tiritas y orgullo pusieron la eliminatoria a disposición de un Villamarín poco acostumbrado a sufrir.
A veces llenan más las sensaciones que el marcador. Lo mostraron los guerreros verdiblancos celebrando el definitivo gol del empate. El 3-3 fue la explosión de una bomba de alegría que rozó la detonación durante toda la segunda mitad.
Siempre a remolque
Hubo más sufrimiento que goles. El ambiente francés castigó al Betis en unos primeros compases de pesadilla. Solo habían pasado 10 minutos cuando Honou, aprovechando una transición de dulce, y Javi García en propia puerta con un gol polémico dejaban un desolador 2-0 en el luminoso.
Poco después se lesionó Junior Firpo, pero de la impotencia del Betis nació una flor mexicana. Lainez empezó a dejarse ver antes de la primera media hora y demostró con cada oportunidad que este jueves iba a ser su día. El Betis marchó siempre a remolque, hasta cuando comenzó la reconquista.
Con el caramelo en la boca
El partido estuvo marcado por etapas y la más dolorosa llegó al borde del descanso. Gracias a una jugada ensayada, Lo Celso recortó distancias pero una decisión controvertida del juez de área dejó en manos de Ben Arfa el 3-1 desde los once metros segundos antes del final de la primera mitad. Y el francés no falló.
Fue un golpe durísimo para el Betis, que se vio nuevamente superado cuando más estaba disfrutando sobre el campo. Saboreaba el empate y se encontró dos tantos por debajo, pero el revés le valió para firmar una segunda parte perfecta.
Dos protagonistas inesperados
Los genios se remangaron. Lo Celso y Canales tomaron el mando en el centro del campo y el segundo acto fue un monólogo bético. Lainez ya desequilibraba y todo el Betis era un bloque arrinconando a un Rennes superado, pero no fue otro sino Joaquín quien llevó al Betis de la mano al sueño por reacondicionar la eliminatoria.
Con un centro inigualable a balón parado, el eterno capitán se la regaló a Sidnei. El central entonó el grito de 'se puede' con un cabezazo superlativo. Con media hora por delante, el Rennes solo se ocupó de achicar agua, pero el cántaro se rompió cuando apareció Lainez para firmar, en el 90', las tablas con un disparo cruzado y dejarlo todo por decidir de cara al Benito Villamarín.