Presión alta, buen posicionamiento defensivo, agresividad y corazón son las armas de una Hungría que, después de plantar cara a Portugal durante 84 minutos, sueña con convertirse en el matagigantes del grupo de la muerte de esta Eurocopa.
Arropada por los 67.000 aficionados que llenaron las gradas del Puskas Arena de Budapest, la selección de Marco Rossi aprovechó al máximo su condición de anfitriona para sacar a relucir su mejor versión y poner a la vigente campeona de Europa contra las cuerdas.
Los húngaros se plantaron sobre el césped con más corazón que fútbol y adelantaron la primera línea de presión al máximo, con un incombustible Ádám Szalai a la cabeza, que, pese a sus 33 años y 193 centímetros de estatura, peleó cada balón como si fuera el último.
Los nervios y la presión de las grandes citas estuvieron a punto de jugarle una mala pasada a Hungría, a la que en la primera mitad le faltó iniciativa para crear peligro cada vez que recuperaba el balón.
Al que echaron de menos sus compañeros fue al lesionado Dominik Szoboszlai, su jugador más talentoso y desequilibrante que sirve de nexo entre el medio campo y la delantera.
Rossi compensó esta ausencia de calidad técnica con ganas e intensidad, que se reflejó en las grandes actuaciones de un intratable Gulácsi bajo palos, unos sólidos Orbán y Attila Szalai en defensa, y Sallai y Nagy, generosos en la mitad ofensiva.
En la segunda mitad había dudas sobre el aguante físico de los jugadores, pero la realidad fue muy diferente. Hungría practicó su mejor fútbol y el plan funcionó a la perfección.
Los futbolistas funcionaron como un bloque, sin miedo a sacar el balón desde atrás, y pelearon de tú a tú con una Portugal que se sentía anulada e impotente por minutos.
Buena imagen, mal resultado
"Estoy desilusionado por el resultado, pero no por el juego, hemos jugado bien hasta el minuto 84. Hasta el primer gol hemos hecho un buen trabajo", reconoció el seleccionador en la rueda de prensa posterior al partido.
Y es que, pese a los esfuerzos y rozar la "machada" con un gol bien anulado por fuera de juego en el minuto 79, una jugada desafortunada con muchos rechaces desembocó en el 0-1 luso a seis minutos del pitido final.
Ese tanto fue un mazazo anímico y mental para los húngaros, quienes bajaron los brazos y desconectaron del partido por completo, hasta el punto de acabar perdiendo por un engañoso 0-3.
Tras este varapalo, Marco Rossi destacó la importancia de que el equipo descanse 'física y mentalmente' para poder jugar el resto de partidos 'con la cabeza limpia'.
Las siguientes citas de Hungría serán este sábado, cuando reciban a la Francia campeona del mundo en Budapest, y el próximo miércoles, cuando visiten Múnich para medirse a la Alemania de Joachim Löw.
Sin presión alguna por clasificarse a la siguiente ronda, Hungría saltará al césped sin nada que perder y con la esperanza de dar la sorpresa y demostrar que, pese a su condición de equipo pequeño, no va a regalar ni un punto ante los gigantes del fútbol europeo.
Los días de gloria del fútbol húngaro quedan muy atrás, cuando la Selección de los 'magiares mágicos' perdió la final del Mundial de 1954 contra Alemania tras maravillar a todos con su fútbol.
Esta es la segunda fase final de la Eurocopa consecutiva en la que participa Hungría. Su participación en la 2016 fue la primera desde 1972 y su primer gran torneo desde el Mundial de 1986.