Era una cita vital. Era una guerra sin cuartel que sólo podía tener un ganador y esta vez no fue Bale. Esta vez fue un equipo que supo dominar los tiempos, el partido y dominar la ilusión mezclada con los nervios de tener una oportunidad más para estar en el próximo Mundial de Rusia.
El encuentro entre Gales e Irlanda en Cardiff no fue un paraíso con buen olor a fútbol, sino que el juego fue espeso, tranquilo y parco en oportunidades. Entre Ramsey y Robson-Kanu estaba el juego y el peligro de Gales, pero ninguno pudo hacerle cosquillas a un Randolh que despejó todo lo que le llegó a cualquier punto de su portería. La que tenía que ser un territorio inexpugnable.
Ramsey quiso sorprender con un trallazo desde fuera del área, pero el portero irlandés actuó con reflejos para mandar el balón a córner. Los cabezazos sin rumbo de Robson-Kanu y y un último disparo de Brady abrieron el túnel de vestuarios en una primera parte con poco sonido.
Gales, a casa por la mínima
En la segunda parte, Irlanda fue de menos a más hasta convertirse en el dueño y señor del partido. Tras otro paradón de Randolph, que despejó otro testarazo de Robson-Kanu, llegó el zarpado irlandés que dejó fría a Gales.
Hendrick divisó al artillero McClean, al que le llegó el balón cuando estaba completamente solo en el área. Apoyó, armó la pierda y de volea reventó las redes de Hennessey con un potente disparo a media altura prácticamente imparable.
Irlanda se echó atrás y puso el autobús a sabiendas de que iba a sufrir hasta el 90 y los cinco minutos que añadió el colegiado. El sueño estaba cerca y la pesadilla invadió a Gales. Bale desde la grada se echaba las manos a la cabeza.
Por la mínima, Gales se queda fuera del Mundial e Irlanda, con un solitario gol, clava la bandera en Cardiff para irse volanda a la repesca del Mundial.