Decía Manuel Vázquez Montalbán que el fútbol es la religión diseñada en el siglo XX más extendida del planeta, una religión benévola, que ha hecho poco daño en comparación con las otras. Quizás sea la más universal de todas y, por eso, sus estrellas van más allá de lo deportivo para convertirse en iconos mundiales: venden marcas, ponen de moda peinados o se convierten en estrellas mediáticas, a veces por encima de sus posibilidades futbolísticas, pero por circunstancias históricas algunos acaban por convertirse en leyendas, símbolos que representan, más que a ellos mismos, a países o épocas.
De entre todos estos futbolistas, uno sin duda se lleva la palma, pues es el que se ha acercado de forma más clara a la conversión del fútbol en religión, versión ufana y lúdica de la religión política de los totalitarismos que enunciase Emilio Gentile: hablamos de Diego Armando Maradona, 'el 10'.
Si Messi o Cristiano podrán vencer a Diego en títulos y estadísticas, ningún otro jugador ha tenido la transcendencia de Maradona en relación a su tiempo, lo que se ha materializado en una gran cantidad de canciones inspiradas en el mito argentino, siendo quizás el futbolista al que se le ha dedicado más repertorio musical aunque, como diría Umbral, no nos vamos a levantar del escritorio para comprobar ese dato ni vamos a hacer un estudio estadístico.
Diego Armando Maradona empezó a despuntar en una Argentina de pobreza y opresión, de una villa mísera a la gloria mundial, vida, obra, milagros y tropiezos estratosféricos que se resumen en la que sin duda es la mejor canción dedicada al 'Diez': 'La mano de Dios', de Rodrigo, cuya más emocionante versión, sin duda, es la protagonizada por el mismo Diego en el documental que le dedicó el cineasta serbio Emir Kusturica. Porque Diego, más que futbolista, siempre quiso ser cantante, y ahí están sus pinitos con el mismo Calamaro, o en alguna intervención televisiva, pero aquí hace magia al cantar su vida, no dudando en hacer suya la letra: "Si Jesús tropezó, por qué no habría de hacerlo yo", repasando toda su vida desde 'cebollita' a campeón del mundo, sin olvidar sus coqueteos con la blanca mujer que le llevaría del cielo a los infiernos.
Pero si la canción de Rodrigo refleja a la perfección su vida, la de Los Piojos, 'Maradó', explica bien el porqué del Maradona mito. Sólo habían pasado unos años de la humillación británica en las Malvinas, con los más de 1.000 muertos argentinos, unos 400 por suicidios tras la contienda, la mayoría soldados de reemplazo. Sin más armas en la mano que un '10' por camiseta, Maradona sería el vengador de aquella ofensa nacional. "Toda la gente y todo el mundo ve una revancha redonda en su pie, todo el país con él corriendo va...", pero el justiciero, el caballero de los pobres, no se quedaría en la venganza pacífica de la mano de Dios, sino que la humillación transmutó en el gol más bello marcado nunca, cuya narración es también toda una canción. Genio, genio del fútbol mundial, barrilete cósmico..., a la vez que se convertía en el héroe de la Italia pobre: "Caen las tropas de su majestad y cae el norte de la Italia rica".
Y fue así, por la venganza, pues ya escribió George Orwell que el fútbol es como la guerra, como Maradona se convirtió en leyenda patriota argentina, religión e identidad de todo un país, como escribirían los Ratones Paranoicos, iniciándose desde el mismo momento de su victoria un proceso de saudade colectivo: sabían que, tarde o temprano, perderían al héroe y no volverían a sucederse los momentos mágicos vividos. El título de los Ratones, 'Para siempre', lo dejaba claro: "Quisiera ver al Diego para siempre, gambeteando por toda la eternidad".
A partir de ahí todo se le perdona a Maradona, pues es el responsable de provocar la felicidad y el orgullo de un país que se siente en deuda con él por ello. Bien lo dejó claro Andrés Calamaro: "Es un ángel y se le ven las alas heridas, es la Biblia junto al calefón / no me importa en que lío se meta Maradona / siempre te vamos a querer, por las alegrías que le das al pueblo y por tu arte también".
Otro mito del rock argentino, Charly García, un tipo que saltó desde un rascacielos regalándole un verso a Ismael Serrano, le dedicó también un blues que es el estado de ánimo del autor tras conocerse el positivo por doping del 10 en el Mundial de 1994.
En Nápoles, castigado sur de Italia, Maradona fue un nuevo Garibaldi, libertador del antiguo reino de los Borbones frente a los industriales de Turín o Milán, y los 'tifosi' lo entronizaron junto a San Genaro, pues les dio motivos de orgullo a una ciudad que no los tenía desde Carlos III. Una ciudad que aún vive el mito en sus calles, como un fantasma que habita sus paredes. Decenas de canciones en italiano y en dialecto napolitano dejaron claro que valía toda una vida por haber visto jugar al argentino y que, por supuesto, este era el mejor del mundo, mejor que Pelé. Pero no sólo le dedicaron cánticos de tifosi, sino también diversos grupos y cantantes italianos cantaron las hazañas del astro albiceleste:
A Maradona se le reza en Argentina y en Italia, pero su deidad mitificada se extendió por el mundo como símbolo de los débiles, a pesar de sus nefastas y manipuladoras compañías políticas. Para Mano Negra y Manu Chao (que también le dedicó otra canción en el documental de Kusturica), hay que rezarle también a Santa Maradona, frente a un fútbol corrompido por la FIFA, los Berlusconi y los Tapie en los años 90.
Líder de la contracultura futbolística, fue en su momento de mayor esplendor el protagonista de una de las más bonitas canciones hechas sobre el fútbol. 'Un state italiana', la canción del mundial de Italia 90, en la que el 'Pelusa' está presente de forma continua, aunque no se le mencione, acompañado por un 'Buitre' que es aún un niño junto a Platini, Van Basten y otros grandes del esférico de la época.
A Maradona, al que la música le seguía hasta en los calentamientos, le siguió acompañando también en sus posteriores aventuras televisivas tras su retirada, en las cuales era frecuente que se animase a cantar. En una de ellas sería el mismo Joaquín Sabina el que le improvisaría un rezo: "Diez era Dios, bendito Maradona, en vos confío".
Pero hay que tener cuidado, porque aunque el nombre de Dios se haya difuminado en muchas partes del mundo, y el hombre haya ensuciado el mito, todavía, como el cardenal Voiello en 'The Young Pope', hay gente dispuesta a defender que no se mencione el nombre de Dios en vano. Porque el Maradona de hoy es pura nostalgia de un pasado mágico, como bien lo captó el napolitano Paolo Sorrentino, creador de la serie anterior, en 'The Youth'. Alguien a quien una ciudad o un país le puede perdonar todo, porque durante un instante, que quedó preso en el tiempo, sus habitantes tocaron la cima del mundo gracias a él. Lo resumió Eduardo Sacheri, autor de 'El secreto de sus ojos', de forma magistral y brillante. Tanto, como que me hubiese podido ahorrar todo lo dicho hasta ahora.
Ya lo escribió Eduardo Galeano en 'El fútbol a sol y sombra': "Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor de todos los tiempos, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar y el crimen de jugar con la zurda, lo cual, según el 'Pequeño Larousse Ilustrado', significa "con la izquierda" y también significa "al contrario de como se debe hacer".
Por Cristóbal Villalobos (@cristobalvs)
* Cristóbal Villalobos es profesor de Historia en la Fundación Loyola. En la actualidad es articulista del diario 'ABC', así como colaborador asiduo de medios como 'El Mundo', 'Jot Down', 'Diario Sur', 'The Objetive' o 'Zenda Libros'.