Mohamed Salah fue el único futbolista del Liverpool-Nápoles capaz de anotar en un partido que clasificó al bando inglés para octavos de la Champions. Una parada salvadora de Alisson en el añadido así lo permitió, pero minutos antes Anfield ya había estallado de júbilo con el tanto del egipcio.
Un gol muy de Salah. Desborde a su par y sorpresa con el remate al palo corto. Ospina, ciertamente, pudo hacer más. Sea como fuere, el tanto permitió al Liverpool recuperar la segunda plaza y ayudó a ver en la grada una de las imágenes más bonitas de lo que llevamos de Champions.
Por escenas así, el fútbol merece la pena. Dos amigos se levantaron a festejar el tanto. Uno de ellos, invidente, aplaudía sin cesar mientras los cánticos y los gritos de felicidad tronaban en Anfield. A su derecha, su fiel amigo.
El que se acercó a su oído para contarle con detalles cómo Salah había derribado el muro del Nápoles. Para contarle que el Liverpool, su Liverpool, seguía vivo en la lucha por el trono continental.
12 de diciembre de 2018