Parecía el partido perfecto para que el Liverpool rotase y se preparase para la recta final de año que le espera, pero Klopp apenas hizo cambios. Se limitó a dar descanso a Robertson y Keïta.
El Watford, en el que se estrenaba Nigel Pearson, se plantó en Anfield con la intención de ser un rivla combativo, y lo fue. Vaya si lo fue. Porque de haber tenido algo más de suerte y acierto, quizá la historia hubiera sido otra.
Porque si algo tiene la Premier es su facilidad para democratizar el fútbol, haciendo que hasta los encuentros más desiguales se emparejen. Eso sí, como en toda democracia que se precie, la capacidad de dar la sorpresa es muy limitada. El 'establishment' manda.
El Liverpool acaparó el balón, y lo movió a placer, ante un Watford replegado desde el primer minuto. Tocaba y tocaba el Liverpool, con mucha paciencia, sin la más mínima intención de regalar el balón ni de conceder una contra.
Como resultado, los primeros minutos fueron tediosos. Porque el Liverpool, al no arriesgar, apenas logró inquietar a Foster. Y el Watford, sin la posibilidad de salir a la contra, solo podía esperar un error que no llegaba.
Tardó algo más de media hora en abrirse un poco el partido, y en torno al minuto 37 los 'hornets' tuvieron una clarísima ocasión que acabó en córner. Y como pasa ante el Liverpool en estos casos, en la siguiente jugada los 'reds' marcaron.
Botó el córner el Watford, contragolpeó el Liverpool, y Salah, a pase de Mané, batió a Foster, dejando de piedra a un Watford que nada había hecho para merecer ese mazazo.
El Liverpool castiga estas cosas, y la sensación se agravó para los 'hornets' cuando al filo del descanso Sarr falló una clarísima ocasión de gol, a dos metros de la portería, sin marcaje ni oposición, y con Alisson ya batido. Pero se llenó de balón y pegó una patada al aire que sin duda tardará en olvidar.
El segundo tiempo siguió por los mismos derroteros del primero: con el Watford merodeando el empate, y con el Liverpool golpeando sin piedad a la contra.
No acertó en la primera que tuvo, pero sí en la segunda, cuando Mané remató un centro al área de Shaqiri. Un gol que fue anulado por fuera de juego (milimétrico) a instancias del VAR.
Fue la acción que cambió el partido, porque el Watford se envalentonó y, sin nada que perder, se lanzó a por el gol. Pero este no llegó, aunque no fue por falta de ocasiones.
Pasada la hora de partido fue el Liverpool el que pudo sentenciar, pero no lo hizo. Jugaban los 'reds' con fuego, pero aguantaron los envites del rival. Y tuvieron la suerte necesaria para que la desconexión entre Van Dijk y Alisson no fuera a mayores.
Ocurrió a diez del final. Joe Gomez dejó pasar un mal pase del rival, Van Dijk fue a por el balón, Alisson se lo pidió, y sin mirar a su portero, retrasó la pelota. No se había fijado que el brasileño ya estaba casi encima del balón. Por suerte para ellos (Klopp los hubiera matado, estando como estaba el partido), el balón se fue fuera de fondo. Por muy poco, eso sí.
Siguió buscando el gol el Watford, pero quien lo encontró fue Salah, en el minuto 90. Mané centró desde la derecha a Origi, este remató mal y Salah, quien ya se había borrado de la jugada, remató como pudo.
Lo hizo de tacón, anotando el gol de la tranquilidad. Un gol que, pese a que en un principio parecía que sería legal, fue revisado con lupa por el VAR, porque aunque Femenía estaba por delante del balón, el egipcio estaba en línea con Kabasele y Foster.
Victoria del líder, una más en su cuenta, mucho menos plácida de lo que la parroquia 'red' hubiera deseado. El Watford, pese a haber mejorado notablemente su imagen, sigue siendo el colista de la Premier.