La Superliga Europea de fútbol ya está aquí. En la madrugada de este domingo, los 12 clubes fundadores emitieron un comunicado sobre la decisión de crear su propia competición fuera de la UEFA y, por tanto, fuera de la Champions League.
Mientras los clubes defienden su postura, con una competición que tendrá formato propio y que comenzará en agosto de este 2021, los aficionados tanto de dichas instituciones como en general claman al cielo.
Así pues, la Superliga debe encontrar argumentos para convencer a sus propios seguidores. Y en otro deporte, concretamente en el baloncesto, tiene un espejo donde mirarse para triunfar.
Euroliga/Superliga
La Euroliga es la máxima competición de clubes a nivel europeo de baloncesto. Al igual que la Superliga, no depende de la FIBA (UEFA en el caso del fútbol) sino que es un organismo independiente.
La creación de esta competición y su consolidación a liga semicerrada fue lento. Pasó década y media desde la primera edición, en la campaña 2001-02, hasta el formato actual, que se implantó en la 2016-17.
A partir de entonces, la Euroliga se juega en un único grupo (por los dos que tendrá la Superliga) en el que todos los clubes se enfrentan entre sí para quedar entre los ocho primeros y pasar a cuartos de final.
En baloncesto hay once equipos con licencias fijas, es decir, compiten cada año sin importar la posición en la que queden en la competición nacional. A ello se le unen dos equipos de la Eurocup, el segundo torneo por importancia, dos clubes con una licencia por tiempo determinado más tres cupos por clasificación de otros países.
Si bien la Euroliga se granjeó críticas cuando se pasó a un formato semicerrado, con solo tres puestos movibles, lo cierto es que la opinión de los aficionados ha cambiado de forma radical, especialmente de aquellos equipos que están involucrados.
Problemas con la FIBA/FIFA
El inicio de la Euroliga comenzó de forma tortuosa. Al contrario que con la Superliga Europea, en aquel año 2000, los grandes equipos del continente se separaron y se formaron dos competiciones paralelas, lo que vendría siendo la Champions (Suproliga) y la Superliga (Euroliga).
El experimento solo duró un año, hasta que la FIBA decidió dar un paso atrás y unirse a la Euroliga. El matrimonio entre ambos duró desde 2001 hasta ese año 2016 con el cambio de sistema.
A la FIBA, como a la FIFA actual, no le gustó que la liga fuese semicerrada, por lo que creó una competición paralela, la FIBA Champions League, en la que participan equipos de menor categoría que los de la Euroliga.
Así pues, el problema al que se puede enfrentar la FIFA es que la Superliga la engulla en lo que concierne a las competiciones de clubes, con los grandes del Viejo Continente luchando en un torneo creado por ellos mismos.