Mal empezó el partido para los de Turín que veían cómo de nuevo ante su público su equipo empezaba perdiendo un partido. La euforia por la victoria ante el Sevilla en Champios se diluyó, y el miedo por volver a tropezar en liga en casa era palpable.
Un gol de Mounier que se comió Buffon encendía las alarmas. Era sólo el segundo aviso, y el segundo y último lanzamiento a puerta de los visitantes. Pero a esas alturas del partido, no lo parecía para nada.
El equipo supo sobreponerse a sus temores, y pasó a la iniciativa. La Juventus dominó el encuentro, y, pese a ir por detrás, se sentía cómoda y superior. Y era cuestión de tiempo que se abirese la lata.
Lo hizo Morata pasada la media hora de encuentro. Con el empate a uno en el luminoso, los dos equipos marcharon a los vestuarios. Y a la vuelta, más de lo mismo.
Fruto de ese continuo acoso llegó el error del Bologna. Ferrari derribó a Morata en el área y el árbitro concedió penalti para los locales. Dybala no falló y transformó la pena máxima, adelantando a los suyos.
Lo que antes eran penas, ahora era optimismo. El Bologna estaba moribundo, y la 'Juve' se gustaba. Fútbol de toque y ninguna prisa para cerrar el encuentro. Se conformaban con el 2-1 y si marcaban más iba a ser por pura inercia.
Y eso ocurrió antes de lo esperado. Si Khedira asistió a Morata (aunque el balón llegó al delantero español después de que lo desviase defectuosamente Gastaldello), ahora era Morata quien centraba para que Khedira cabecease al fondo de las redes el que sería su primer tanto como 'bianconero'.
Y ahora sí, colorín, colorado, este partido se ha acabado. Satisfechos por la victoria, parece que la mejor Juventus está resurgiendo de las cenizas.