Muchos veían en el tridente ofensivo de los galos lo que ha terminado siendo: una máquina engrasada para aniquilar defensas. Sin embargo, otros eran más cautos y advertían de ciertos peligros que, sin contradecir a lo anterior, también se han dejado ver.
Neymar y sus 222 millones llegaron como un tornado al vestuario. En ese corral, un gallo dominaba plácidamente su territorio, pero el brasileño y Mbappé obligaron al 'charrúa' a compartir protagonismo. En un principio, todo estaba acordado y dispuesto en torno a la 'mcn'.
Sin embargo, el roce entre el ex de Santos y el uruguayo no tardó en aparecer. En la jornada 4, Neymar y Cavani provocaron los comentarios de todo el planeta fútbol tras el famoso penalti que abrió la veda en el PSG.
Ahora, en la goleada (8-0) del último encuentro ante el Dijon, de nuevo un penalti fue la mecha de la dinamita. El ex del Barça, pese a que el 'charrúa' estaba a un tanto de alcanzar a Ibrahimovic, hizo caso omiso a sus peticiones y transformó el lanzamiento. Otra pena máxima polémica para el tridente. Otra máxima pena para el PSG.
Unai Emery deberá ahora intentar no repetir errores a la hora de repartir el ego del futbolista sobre su 'mcn'. La gestión de una plantilla del calibre de la francesa requiere mano dura, sangre fría, pero también tacto y capacidad de mando. Al menos, para que no se tambalee una temporada de lujo por un simple penalti. O dos.