No son pocos los futbolistas profesionales que, tras colgar las botas, solo encuentran un vacío que les resulta imposible llenar. Jesper Gronkjaer cayó en una profunda depresión de la que por fin parece estar saliendo.
Nació en Groenlandia, hace 43 años, pero su carrera comenzó en Dinamarca (la gigantesca isla ártica es territorio autónomo danés), en el Aalborg. De ahí fue al Ajax y al Chelsea.
En el mercado invernal de la 2004-05, tras militar la primera mitad del curso en el Birmingham City, en la Premier, se fue a España, al Atlético de Madrid. Y aunque no firmó un mal curso, lo cierto es que no se adaptó al fútbol español.
Debutó nada menos que en un derbi, en el Calderón. Y ocurrió lo habitual de aquellos tiempos: 0-3 para el Madrid y a otra cosa. Él, al terminar la temporada, se fue al Stuttgart, y tras dos años en Alemania volvió a Dinamarca.
Se retiró en 2011 en el Copenhague, y entonces empezó su verdadero calvario. El del vacío existencial del futbolista profesional que, con 33 años, se encuentra por primera vez en mucho tiempo sin nada que hacer.
Había caído, sin darse cuenta, en una profunda depresión. "Los primeros pequeños síntomas, que yo ni siquiera noté, comenzaron con un violento sarpullido en el cuello. Fue un brote de herpes, y varicela, perdí algo de cabello y me costó mucho mantener el orden en el trabajo", relató en el programa 'Go Aften Live', de la 'TV2' danesa, en el que colabora.
Era el año 2016, y no tardó en tomar una decisión que marcaría, para bien, el resto de su vida. "Tuve que decirle que esto ya no era posible. ¡Necesito ayuda! Fue la mejor decisión que pude tomar, porque hoy estoy sentado aquí y estoy sano", explicó.
Así fue. Pidió a su mujer que le internase en una institución psiquiátrica para recibir tratamiento. Y ahora, cinco años después de aquello, puede decir que se ha recuperado.