El encuentro fue una prueba de superación para el líder. El conjunto romano no acudía en su mejor momento, aunque la mala racha se le olvidó a los tres minutos, cuando De Vrij logró desviar un centro lateral que hizo saltar la sorpresa.
A partir de ahí, el encuentro se volcó hacia la portería 'lazial'. Parecía que sería el típico partido que pronto empataría el líder. No obstante, la Lazio es un equipo alegre y se dejó ver a la contra para dar algún susto a la espera de sentenciar.
Sin darse cuenta, el Nápoles había perdido el control del duelo. La Lazio, compacta y asentada, no sufría. Hasta que Jorginho vio el perfecto desmarque en ruptura de Callejón. El motrileño controló con fiabilidad y definió cómodamente a la derecha para empatar. Sarri, que andaba caliente, vio la roja minutos después.
Pero el paso por los vestuarios devolvió la mejor versión de su equipo. Empezó a combinar y a abrir huecos y el goteo de ocasiones minó a la Lazio, demasiado encerrada. Tanto, que fue uno de sus defensas, Wallace, quien desvió a su propia portería un centro de Insigne.
Relajado con el viento a favor, emergió el rodillo napolitano. Chutó Mario Rui y Zielinski, que entró en la reanudación para ser una de las claves del choque, desvió lo justo para hacer el tercero. Otro tanto de rebote.
Se desquitó de esa fealdad en el 4-1. Una acción que nació desde el lateral izquierdo y en la que el centrocampista polaco destacó con un taconazo y luego con un par de bicicletas antes de filtrar un delicioso pase para Mertens, que continuó con su idilio anotador. Fue un gran gol el que cerró el choque.