La Real disuelve una deuda que pudo provocar su desaparición

El abono de los llamados préstamos participativos que la entidad donostiarra había suscrito con la institución foral guipuzcoana pone fin a más de una década de deambular sobre el alambre y con varios ejercicios en causa de disolución como sociedad anónima deportiva, cuando militó durante tres campañas en Segunda División (2007-2010).

La Real llegó a acumular una deuda millonaria, en la que su principal acreedor era la Hacienda Foral de Guipuzcoa con 21,4 millones de euros, más las cantidades debidas a entidades financieras, clubes convenidos, empresas y particulares.

Esas sumas, que en 2018 pueden parecer menores, en verano de 2007, cuando se consumó la pérdida de categoría, la salida de patrocinios, la pérdida de derechos televisivos y socios, era una rémora que amenazaba incluso con tener que ir a un proceso de refundación del club donostiarra como ha ocurrido con otros conjuntos históricos.

El origen de esta deuda fue sobre todo el gasto en refuerzos extranjeros en las temporadas previas, jugadores que no aportaron gran cosa en el plano deportivo. La Real llegó a tener en 2006/07 hasta siete foráneos y otros tantos jugadores no surgidos de Zubieta, desvirtuando todo su proyecto como club de cantera.

La crisis se acentuó la primera temporada en Segunda División, bajo el mandato del empresario Iñaki Badiola, que después de adelantar dinero de su patrimonio para reforzar al equipo y no conseguir el ascenso, solicitó en 2008 entrar en concurso de acreedores, lo que abriría la puerta a un Jokin Aperribay que le derrotó en las elecciones de diciembre de ese mismo año.

Dos temporadas sin pena ni gloria desde mediados de 2008, con cada movimiento de ingresos o gastos tutelados judicialmente, abocaban a la entidad realista a un futuro muy incierto y negro.

Su principal acreedor, la hacienda guipuzcoana, dentro de las opciones que ofrecía la administración concursal, aceptó la conversión de su parte de la deuda (21,8 millones de euros) en préstamos participativos, lo que permitía a la Real computar en su balance esa cantidad como capital-patrimonio y eludir la liquidación, además de poder pagar el grueso de todo ello en un plazo entre 25 y 30 años.

Ese convenio, recogido en una sentencia de 14 de enero de 2010 del Juzgado de lo Mercantil de San Sebastián, fue clave para que la Real se haya despojado de todos sus cargas y gravámenes, ya que los donostiarras debían de devolver dichos préstamos participativos en función de sus ingresos extraordinarios y disfrutaban de dos años de carencia para no comprometer sus presupuestos de cara a favorecer un inmediato el ascenso de categoría.

Todo cambió en 2010, el equipo subió a Primera División y retornaron los patrocinadores, la afición se afilió masivamente al nuevo proyecto, el equipo brilló y los clubes grandes echaron sus redes una vez más sobre los mejores jugadores realistas, llenando al mismo tiempo las arcas blanquiazules.

Los donostiarras cerraron en 2013 con éxito el concurso de acreedores y empezaron a regir su destinos sin más tutela que la de su masa social en las juntas de accionistas.

Los traspasos de Antoine Griezmann, (30 millones), Asier Illarramendi (32), Claudio Bravo (12 millones), Seferovic (3,2), Finnbogason (4), Jonathas (7), Yuri Berchiche (13), o más recientemente Carlos Vela (5) y sobre todo la salida, previo pago por el Athletic de 32 millones de euros por Iñigo Martínez, generaron esos ingresos extraordinarios con los que la Real ha abonado con casi 20 años de antelación su deuda principal y ha dejado las cuentas en negro y rebosantes.

Diez años más tarde el futuro económico de la Real es espléndido, esta temporada ha aprobado el presupuesto más alto de su historia por encima de los 100 millones.

Además, el club aborda y paga buena parte de la remodelación de Anoeta para construir un estadio por encima de los 40.000 asientos y sueña con acudir de forma recurrente a Europa, competición que disputa esta temporada en su segundo escalón, el de la Liga Europa.

La disolución queda ya perdida en el túnel del tiempo como una pesadilla que estuvo muy cerca de acabar con más de 100 años de historia, en un periodo de crisis que vio pasar a 6 presidentes en sólo cuatro años.

Una inestabilidad que finalizó con la llegada de Jokin Aperribay, protagonista de la recuperación del club certificada esta semana con el pago de la totalidad de la deuda con Hacienda.