Victoria importantísima para la Real Sociedad de cara a sus aspiraciones europeas, máxime tras los últimos resultados cosechados, no del todo satisfactorios para los donostiarras. Derrota dolorosa para un Celta que siente, de manera justificada, haber merecido algo más.
Mucho se ha hablado estos días sobre el nuevo fútbol que quieren implantar los grandes a costa de los pequeños. Con esa idea en mente, en forma de camisetas de repulsa a la Superliga, Real Sociedad y Celta de Vigo saltaron al Reale Arena de San Sebastián.
Y nos brindaron un partido de esos que siempre gusta ver, hasta al espectador neutral. Porque a quien le guste el fútbol le gustan los partidos como este: entre dos equipos que van al ataque, que no se guardan nada, que lo dan todo y que solo quieren ganar.
Hubo acción, mucha acción. El VAR tuvo un primer tiempo de trabajo sin descanso, revisando plantillazos que fueron amarilla y posibles penaltis. Unos fueron y otros no, pero cada cosa a su debido tiempo.
Porque lo primero fue el gol de Hugo Mallo para el Celta. Lo anotó a la salida de un córner, a los 22 minutos de partido. Su tanto llenó de alegría a los celestes, pero fue en vano.
Apenas tres minutos después el Celta lograba igualar la contienda, con pase de Carlos Fernández a Portu, quien definió a las mil maravillas ante la salida de Iván Villar.
La acción no terminó ahí. Tres más tarde Isak caía en el área, derribado por el portero del Celta, y el árbitro pitaba falta. No fue hasta que el VAR intervino que no corrigió su decisión a penalti.
El propio Isak pateó la pena máxima, pero Iván Villar se la detuvo, solo para ver cómo Carlos Fernández anotaba en el rechace. El problema es que no valió el gol. El delantero sevillano invadió el área antes de que su compañero chutase. Y no se hubo de repetir el penalti por muy poco, pues Iván Villar estuvo a punto de no estar en contacto con la línea en su estirada.
El fallo no deprimió a la Real, pues diez más tarde logró forzar otro, este por un claro agarrón de Murillo a Le Normand. Januzaj heredó la responsabilidad de Isak, y este no falló.
Y así, casi sin comerlo ni beberlo, en un primer tiempo en el que hubo mucho fútbol, muchas interrupciones, mucho de todo, menos ocasiones de gol, se marcaron tres y se falló un penalti. Una locura.
Locura que amenazó con continuar a lo largo del segundo tiempo, pero que lo hizo más descafeinada. Los cambios, de diferente corte de acuerdo a uno y otro equipo, lógicamente, contribuyeron a que el partido fuera otro.
El Celta buscaba que siguiese roto, mientras que la Real quería amarrarlo y controlarlo. Coudet quería el caos; Imanol apostaba por el orden.
Aún así hubo unas cuantas ocasiones de gol. De hecho, más que en el primer tiempo, para ser justos. Hubo, además para empezar prácticamente, un tiro al palo de Portu desde la frontal.
Pero aquí, en esta segunda mitad, fue cuando el Celta hizo méritos para puntuar, como mínimo, en San Sebastián. Apretó hasta el final a una Real Sociedad a la que además se le amontonaban los problemas en forma de lesión (primero Carlos Fernández, y luego Robin le Normand).
Y no fue suficiente. El tanto del empate le fue esquivo a Aspas, Ferreyra, Solari... A toda la artillería que Coudet metió al campo. El Celta se fue de vacío del viejo Anoeta, y la Real sumó tres puntos importantísimos, para volver a Europa y para poner fin a su mala racha de los últimos partidos.