Arsène Wenger es muy criticado, haga lo que haga. Pero hoy no se puede negar que ha acertado de lleno con los cambios.
Plantó ante el Leicester una alineación cuanto menos curiosa. Y el Arsenal jugó un partido horroroso, pese a que Lacazette adelantó a los 'gunners' a los dos minutos de partido.
Pero poco duró la alegría, pues Okazaki empató el partido al poco, y Vardy ponía por delante a los 'foxes' a la media hora de juego.
Era un partido loco, y el marcador lo reflejó a la perfección, tras el empate al filo del descanso de Welbeck, y tras el doblete de Vardy a los 10 de la reanudación.
El partido iba y venía, y estaba roto. Rotísimo. Llegaron los cambios. Ramsey entró por Elneny y Giroud, por Holding. Walcott fue el tercer cambio, por Welbeck, pero decisivos fueron los dos primeros.
Porque en tres minutos en la recta final arreglaron el desaguisado. Una remontada apoteósica y algo polémica, pues en la jugada del cuarto y definitivo tanto hubo de todo.
Para empezar, nació de un córner que provocó Özil previa mano, clarísima, inexplicable que Mike Dean no viera.
Para seguir, el remate de Giroud vino precedido de un agarrón clamoroso. Lo inexplicable es que terminase con la camiseta puesta o que fuera capaz de rematar.
Y para terminar, fue gol fantasma. Rebotó en larguero, botó dentro y Schmeichel la sacó convencido de que iba a ser gol. Se protestó, pero lo justo.
Al final, 4-3, una remontada que deja al Arsenal con una sensación contradictoria en el cuerpo. El partido fue mano, pero a base de fe se remontó.