Es una de las series de terror más sorprendentes del fútbol español. El Dépor ha pasado de pelear con los grandes por los primeros puestos y protagonizar remontadas históricas en la Champions a luchar por no descender a Segunda División B. Y todo en menos de dos décadas.
Las razones para haber llegado hasta aquí son muchas. La pelota manda y de haber entrado cuando tuvo que hacerlo, como en la final del 'play off' de ascenso a Primera ante el Mallorca de hace sólo unos meses, otro gallo cantaría. Aunque los errores habrían sido los mismos.
Y es que el club atraviesa no solo una crisis deportiva, que le tiene como último en Segunda y sin haber ganado un partido desde la primera jornada. Sino que la fractura social es máxima tras una inestabilidad interna pocas veces vista.
Desde que Lendoiro puso fin a 25 años de mandato, nada ha vuelto a ser igual en Riazor. Tino Fernández asumió el cargo en 2014 y tuvo que lidiar con una importante deuda anterior. La etapa deportiva fue brillante, pero la financiera se resistió con Lendoiro al mando.
Con Tino empezó a dividirse la afición entre los que añoraban al ex presidente y los que defendían al actual por aquel entonces. Fernández renunció en abril, con el equipo luchando por entrar en el 'play off'.
Tras quedarse a un gol de subir en la final contra el Mallorca, Paco Zas accedió al cargo de presidente entre un ambiente convulso. Tino Fernández tuvo mucho que ver con la llegada de un presidente que en enero abandonará el cargo junto a la directiva arrollados por una realidad deportiva tan innegable como desastrosa.
La confección de la plantilla tampoco ayudó a mejorar la situación. La afición ha centrado sus críticas también en Carmelo del Pozo, director deportivo, por considerar nefasta la gestión, los refuerzos y los jugadores que puso a disposición de Juan Antonio Anquela, primero, y de Luis César Sampedro después.
Habrá que ver qué derroteros sigue una crisis a todos los niveles que tiene a Riazor en unos fangos en los que nunca se había visto en su historia reciente.