El penalti fue claro. Radu se giró para amortiguar un pelotazo al cuerpo, y el balón le pegó en la mano. E Ibra asumió la responsabilidad. Quería marcar, quitarse el peso de la sequía de encima.
Agarró el balón, tomó carrera, y miró a Strakosha. Chutó hacia la derecha del portero, y el albanés le adivinó las intenciones. Pero no se es uno de los mejores futbolistas del mundo sin gozar del beneplácito de la diosa fortuna.
Porque aunque el portero le adivinó la dirección del tiro al gigante sueco, el disparo de este fue potente. Lo atajó con la mano, pero balón se le coló por debajo del cuerpo al guardameta y entró llorando tras la línea de gol, para su desesperación.
Se puso 0-2 el Milan en 34 minutos, apagando las cada vez más vanas esperanzas de la Lazio de disputarle la Serie A a la Juve.