Todo parecía normal hasta que empezó a desarrollarse la tanda. Los diez primeros lanzamientos arrojaron un resultado de cuatro fallos, con una sola parada del portero visitante.
La muerte súbita tuvo a daneses y serbios pasando nervios hasta un total de 14 penaltis, siete más por cada equipo. Los cuatro primeros no se marcaron, pero los jugadores (y los porteros, que marcaron sus respectivos remates) lograron transformar los siete siguientes.
Conforme avanzaba la tanda, el punto de penalti quedaba aún más destrozado, un estado que condicionó a muchos de los lanzadores, los cuales fallaron enviando excesivamente alto muchos de sus golpeos.
Al final, Borjan detuvo hasta tres disparos, incluido el decisivo de Wind, mientras que Grytebust, su rival en la meta danesa, no paró ni un sólo remate.