Nacido al inicio de la década de los 60 y con alma de luchador, Justin, que desde muy pequeño comenzó a desarrollar un físico portentoso, comenzó su carrera como deportista en el cuadrilátero. En su adolescencia destacó como boxeador con una derecha implacable, pero el destino quiso que cambiara el ring por el césped. Una decisión que le cambió de vida hasta el punto de llegar a quitársela.
Británico de nacimiento, pero de familia nigeriana y con gran olfato de gol, Fashanu tuvo sus primeros contactos con el balón en el Norwich City. Los 'canarios' le acogieron en su cantera cuando tenía 17 años y su ascensión al primer equipo fue meteórica, debutando en First Division (actual Premier League) en 1978, un año y medio después de su llegada al equipo.
La siguiente temporada Justin se asentó en la primera plantilla con una facilidad brutal. El delantero, que llegó a ver puerta 90 veces en su carrera como profesional, recibió incluso el premio al 'Gol de la Temporada' por un tanto espectacular ante el Liverpool. Su gran nivel llamó la atención de uno de los equipos más potentes de Inglaterra, el Nottingham de Brian Clough, equipo que ganó dos Copas de Europa consecutivas... sólo dos años después de subir a la First Division.
Y, sin saberlo, la primera vez que pisó la ciudad deportiva del Nottingham significó poner un pie en el infierno. El equipo de Clough pagó 1 millón de libras por él, una cifra nunca antes abonada por un jugador de color, lo que le supuso una gran presión durante sus primeros meses en el equipo.
Pero sus problemas llegaron un poco más tarde. En la ciudad de Nottingham corrieron rumores sobre su gusto por frecuentar locales nocturnos gays, algo que le hizo chocar, desde primera hora, con su entrenador. "¿Dónde vas si quieres pan? A una panadería. ¿Y si quieres una pata de cordero? Al carnicero. ¿Entonces por qué sigues acercándote a ese club de homosexuales?", le reprochó Clough, según aseguró él mismo en su biografía publicada en 1995.
El conflicto ante la personalidad retrógrada y homófoba de su cuerpo técnico le hizo abandonar el equipo al año siguiente, pero Justin siguió guardando silencio. Un silencio que le condenaba y le alejaba poco a poco del mundo del fútbol por una simple cuestión de gusto sexual.
Su carrera comenzó a ir cuesta abajo y sin frenos a partir de ahí. Pasó por el Southampton, el Brighton y viajó a EE.UU. para probar suerte allí y huir de los malditos rumores que le estaban privando de hablar en el campo a base de goles. En cada estadio, Justin era abucheado y recibía insulto tras insulto por algo que, afortunadamente -y aunque aún queda bastante camino por recorrer- se ha ido normalizando.
Y cuando parecía que Justin no podía relanzar el vuelo, el Manchester City confió en él y le trajo de vuelta de Estados Unidos. Pero la historia siguió igual. Tan sólo jugó dos partidos en Liga, pero ahí, el primer delantero de color por el que se pagó 1 millón de libras decidió marcarle un gol al silencio y a la homofobia y reconoció, en público, que era gay.
Lo hizo en una entrevista de la revista 'Gay Times', apareciendo en portada. En el artículo se hizo público que, desde que aparecieron sus rumores durante su etapa como jugador del Nottingham, ninguno de los equipos que apostó por él le ofreció un contrato a tiempo completo.
Pero, lamentablemente, ni abrirse hacia todos los habitantes de Inglaterra contando su calvario le pudo 'salvar'. Justin fue un adelantado a su tiempo, razón por la que ni en Newcastle, Torquay, Plainmoor y varios equipos más, le ofrecieron un contrato permanente. El fútbol renegaba de él tan sólo por ser gay.
Finalmente acabó desistiendo cuando su repudio inglés le llevó a Escocia, Estados Unidos y Suecia. Buscó refugio en el fútbol extranjero pero su sombra le acompañaba a cualquier país y en la década de los 90 acabó hundiéndose por completo.
En marzo de 1998, un chico de 17 años le denunció por una presunta agresión sexual de Fashanu en Estados Unidos. El jugador pasó por comisaría y declaró ante la justicia, quedando absuelto desde primera hora. Pero días más tarde, con Justin ya en Inglaterra, el joven que le inculpó volvió a interponer una denuncia sobre él.
La repercusión del caso atravesó el océano y provocó que, el 3 de mayo del mismo año, la policía británica encontrara a Justin ahorcado en el garaje de su casa con una nota de suicidio a su lado. No pudo soportar haber sido denunciado de nuevo (la acusación demostró ser, meses después, falsa) y decidió acabar con su vida, dejando escritas estas palabras:
"Fui condenado otra vez como culpable. No quiero ser más una verguenza para mis amigos y familia, espero que Jesús me dé la bienvenida y por fin pueda encontrar la paz".
Justin fue tratado como un paria durante dos décadas por el tantas veces injusto mundo del fútbol. Una decisión que debería haber cambiado el mundo del deporte a mejor acabó siendo su sentencia de muerte. Y aunque no pudo dejar su huella con el balón en los pies, sí que la dejó en la sociedad.