Necesitaba el Girona un milagro que no se produjo. Y eso que en Balaídos el Rayo Vallecano cumplió, pero no así el cuadro gerundense en Mendizorroza. Necesitaba ganar y esperar, y acabó perdiendo el choque.
Se encomendó a todos los santos conocidos y por conocer Eusebio. Siete goles de diferencia necesitaban los catalanes con respecto a los gallegos, pero pronto verían que era misión casi imposible.
Decepción en el Girona. La derrota ante el Levante les había dejado prácticamente hundidos, pero mientras hubo un halo de esperanza nunca dejaron de creer. Y es que la rebelión se basa en la esperanza.
Mendizorroza, a medio llenar por el frío en Vitoria, quería decir adiós con la cabeza alta a un técnico que le salvó del infierno y les hizo soñar con entrar en Europa, por primera vez en esta década.
El Alavés, sin querer hacer mucho daño pero tampoco sin perder la vista a la portería. Wakaso, más dado a batallar en el centro del campo que a acercarse al área, se dejó caer para anotar un gran gol tras un buen derechazo.
El paso de los minutos solo sirvió para certificar que al Girona le fallaban las fuerzas. Involuntariamente, la mente se iba ya a Segunda División mientras Mendizorroza disfrutaba con el último baile de la temporada
Curiosamente un tanto del Alavés fue el despertar del Girona. Pareció sentenciar Calleri, antes de marcharse ovacionado, pero fue un pequeño revolcón para que Portu, al que no le faltarán novias, se despidiese con el último tanto del cuadro catalán en Primera División.
El Girona, de esta forma, dice adiós a la élite del fútbol español dos años después de volver. Abelardo, emocionado y con las lágrimas en los ojos, se marcha con la cabeza alta y con la sensación del trabajo hecho.