Algo falla en este PSG. Segunda jornada y primer 'pinchazo', y además, merecido. El Rennes empezó su remontada con algo de fortuna, y acabó haciendo méritos para llevarse los tres puntos, para lucir un perfecto 6 en su casillero.
Era un partido que quien sabe si no acabará siendo otro clásico del fútbol francés, visto lo visto en sus enfrentamientos recientes. Desde el primer minuto se vio que esta iba a ser una de las salidas complicadas del PSG, y el Rennes lo acabó confirmando.
Los parisinos salieron como salen siempre, a avasallar a su rival. A apretar, a amedrentar. Pero la defensa de tres centrales y dos carrileros del Rennes aguantó sus embestidas, y no concedió ni una sola ocasión clara.
Ni una, hasta que Cavani, en el minuto 14, se topó con la madera. Mbappé forzó una falta lateral, Di María la colgó y el uruguayo cabeceó en el primer palo, estrellándose el balón en la madera.
Y el Rennes, como cada vez que el PSG le inquietaba, respondía con un acercamiento medianamente peligroso sobre la meta de Areola. Quizá no para inquietar seriamente al PSG, pero sí para recordarle a los parisinos que no jugaban solos.
Llegada la media hora de juego quedó clara una cosa. Que el PSG quería dominar el partido, el tiempo y la forma de juego. Y que el Rennes quería jugar directo y a la contra, porque cuando se ponía a pensar qué hacer con el balón, lo perdía.
En una de las acometidas parisinas llegó el tanto de Cavani. Un gol de pillo, de ser el más listo de la clase. El Rennes, pese a todo, quería sacar el balón jugado, y entre el portero y sus centrales se armó el lío.
No devolvió Da Silva adecuadamente el balón para su portero, Salin, Cavani estuvo atento y, pese a no tener casi ángulo, la coló entre el guardameta, quien se tiró de una forma muy poco ortodoxa (amén de tarde) y el palo para hacer el primero de la tarde.
Sin embargo, la alegría duró poco en París. Porque aunque Mbappé merodeó el segundo inmediatamente después de marcar Cavani, fue el Rennes el que vio puerta.
Ocurrió en el 44', en la única jugada que los locales acabaron con un disparo entre los tres palos. Traoré asistió para Niang en el corazón del área, y, pese a recibir de espaldas, logró rematar a la media vuelta y batir a Areola.
El gol fue un mazazo para el PSG, que se fue al descanso malherido, cabizbajo. Pero lo peor estaba por llegar. Porque nada más comenzar el segundo, en otra jugada que no debería haber tenido mayor peligro, otro gol encajado.
Falló en esta ocasión claramente Meunier, quien se despistó y permitió que Del Castillo llegase muy solo al área, para cabecear casi a placer el centro de Camavinga, un muchacho de apenas 16 años que se hizo hombre en el Roazhon Park esta noche.
El segundo gol, el verse remontado, fue demasiado para el PSG. Aún tuvo alguna ocasión para volver a igualar el partido, pero también para encajar algún que otro gol.
Los cambios (Sarabia y Dagba) no le cambiaron la cara al conjunto de Tuchel, que poco a poco fue deshaciéndose. Mbappé, en lugar de echarse el equipo a la espalda y tirar del carro, se puso a jugar él solo.
El PSG se convirtió en una banda de mercenarios, cada uno velando por sí mismo y no por el equipo, y lo pagó. Agobió en la recta final al Rennes, pero sin premio.
Los nervios, la frustración y la deseperación hicieron el resto. El PSG claudicó en Bretaña y sumó su primera derrota de la temporada. El Rennes venga de este modo la afrenta de la Supercopa y se coloca en el coliderato de la Ligue 1 junto a Niza y Olympique de Lyon.