'Mayday, mayday'. El Real Madrid, esta versión, es un equipo sin percha ni traje. Lo que ha ganado lo ha hecho al intercambio de tortas, a base espamos de inspiración. Estaba líder, por la sensación generalizada de tómbola en este arranque liguero. Es solo su primera derrota, pero en una cascada de resbalones. Tenía que pasar.
Lo peor no es que ocurriera en una de las plazas más accesibles, sino su sensación de fragilidad, incompetencia y anemia anímica. Ni las bajas, muy sensibles, ni el arbitraje de Alberola Rojas deben ser usados como excusas.
De hecho, si algo tuvo el Madrid en Son Moix fue talento sobre el campo. Isco, James, Vinicius, Benzema y Jovic. Si no por juego, al menos por compra de papeletas salió a jugar con bastantes argumentos para hacer más y mejor. Acabó siendo un amasijo de intentos vanos. El malagueño y el serbio estuvieron fantasmagóricos. La zurda a modo de catapulta del colombiano destacó en el país de los ciegos. El galo, al que frenó la madera, tiene bastante superávit a su favor aún
El retrato de este Madrid, caricaturesco, va más allá de los puntos, que eran hasta ahora la única manta que tapaba las carencias. El hecho de que el Barça haya usurpado acerca más el foco a las manchas del equipo. Al final va a tener que dar las gracias por el aplazamiento del 'Clásico'...
Los de Zidane, él incluido, fueron retratados en París. Coquetearon con el ridículo ante el Brujas (el empate final fue solo un mal menor). Y han pasado muchos más aprietos de los que dice la tabla. Tiene derecho a temblar el que vea peligrar el pase a octavos de la Champions y en dudar de que ni el equipo titular ni la segunda unidad están preparados para las altas exigencias.
Todo grande tiene un mal día. Más si se viene de un parón por selecciones y las bajas asolan el equipo. Pero la sensación de apatía, unida a la de incapacidad, hurga más en el enfado del aficionado, que ve que este es el equipo de dos años sin refuerzos de garantías y con un Zidane que sigue dando manotazos a tientas buscando el interruptor.
El uno por uno sería hacer sangre. Pero cabe destacar la roja de Odriozola como ejemplo de la deriva en Mallorca. Lago Junior, héroe bermellón, lo volvió loco. Ante él hizo el gol del triunfo, empujándole al área hasta que la puso en el segundo palo, y él fue quien le sacó las dos amarillas al lateral.
Y la imagen (mejor dicho, la falta de imagen) de Luka Jovic, el hombre sin sombra. Cuando más pólvora había en el campo, menos del serbio. La depresión que destila refuerza la sensación de que casi ninguno de los fichajes, a excepción de Hazard, ha dado en la diana este verano.
El hijo del belga no vino con un pan bajo el brazo, o acaso pan duro. Vinicius, muchos arabescos, buen cambio de velocidad y disparos a las nubes, fue el único que lo intentó lejos del tono mediocre de los demás.
Hace un año y cinco meses, seis de los tipos que derrotaron al Madrid estaban en Segunda B. Apenas les bastó orden y ganas para frenar a un equipo que incluso con los menos habituales va sobrado de talento.
A ello le puso la guinda de Lago Junior, que completó uno de los partidos de su vida. Su primer tanto en la élite retrató la defensa blanca y amplificó sus ganas de reivindicación, tanto en ataque como en defensa, porque regaló gotas de sudor a destajo.
El Madrid, en su segundo partido sin marcar, aumentó su preocupante estadística atrás: Courtois lleva más goles en contra que paradas. Quizá si Alberola Rojas hubiera visto el claro agarrón de Salva Sevilla a Brahim, la película final habría cambiado. Pero no el argumento: que ningún madridista fervoroso se engañe. Su equipo se define desde la inestabilidad, vive como un funambulista. Los días en que la inspiración no llega, como en Son Moix, la radiografía de la caricatura queda más clara.