No hubo liderato para el Alavés porque enfrente tuvo este domingo a un equipo herido, en su fútbol y en su orgullo, después de acumular tres derrotas consecutivas a cada cual más dañina. Por ello, el gol de Rubén Sobrino sirvió como despertador para el Levante, que a base de corazón culminó una remontada muy necesaria.
El Alavés se plantó en Valencia con novedades en su once pero con su estilo intacto. Abelardo ha dado con la tecla y sus chicos disfrutan, alguno de ellos viven de hecho el mejor momento de su carrera. Fruto de esa cohesión y de las dudas iniciales del Levante, el que golpeó primero fue Rubén Sobrino.
Lo hizo muy pronto, en el minuto cinco, aprovechando una recuperación con centro posterior de Rubén Duarte. Otra vez le tocó remar al Levante, aunque en esta ocasión su fe tuvo premio. Reaccionó con vigor, asustando con una falta de Rochina que precedió al gol del empate, el de Jason.
Rochina centró y Jason cabeceó de forma académica. Ahí cambió todo, aunque rápidamente Oier tuvo que actuar con firmeza para evitar el 1-2. No hubo tiempo para parpadear, el choque se puso precioso y Toño marcó el gol de todo el levantinismo. Morales amagó, Martín repelió y Toño, con la zurda y el corazón, colocó el 2-1 y llevó el delirio a la grada.
La segunda parte se movió entre dominio sin premio del Alavés y contras eléctricas del Levante, lideradas por un 'Comandante' Morales que en esta ocasión no pudo mojar. Sobrino estuvo a punto de marcar un golazo y el Levante, en el 65', dispuso de una triple ocasión que milagrosamente no acabó en gol.
Entró Calleri, también Jony, y el Alavés se fue con todo a por el empate. Ibai se encontró con el poste y Maripán pudo colgarse el cartel de héroe con una volea que no vio portería. Las tarjetas se sucedieron y al Alavés se le agotó la gasolina con una falta en la frontal que Jony mandó a las nubes. Ganó el Levante, el que más lo necesitaba, aunque este Alavés tiene razones de sobra para soñar.