Iniesta es humano. Muy humano. Quizá de los pocos futbolistas de élite que parecen vivir con los pies en la tierra. Ha sido una de las características de este modesto genio durante toda su carrera.
Fue titular ante la Real Sociedad, y disputó el partido más emocionante de su vida como uno más. No fue consciente de lo que iba a vivir esa noche hasta que no fue cambiado.
El Camp Nou le despidió por última vez con una emotiva ovación, a la que se unieron sus compañeros y rivales. Él, como es costumbre, devolvió los aplausos a la grada.
Se sentó en el banquillo, y entonces la realidad le abrumó. La adrenalina se esfumó, y se vino abajo. Y las lágrimas hicieron acto de aparición por primera vez en esa emocionante noche.