El 'Expreso de Cardiff' llegó al Santiago Bernabéu en 2012 con la vitola del traspaso más caro de la historia. A sus 23 años, el carrilero reconvertido en extremo deslumbraba en la Premier Legue, donde recogió el testigo de Cristiano Ronaldo por su zancada y golpeo.
Aunque ha sido partícipe de la laureada historia reciente del Real Madrid, su asiduidad para acudir a la enfermería empañaron las grandes noches de gloria que ha firmado en la elástica blanca y que tantos títulos ha dejado en las vitrinas de Chamartín.
Falto de continuidad, Bale anduvo siempre eclipsado por un Cristiano Ronaldo que acaparó los focos y los flashes de las grandes gestas hasta que puso rumbo a Turín este verano, dejando hueco en las fotos al galés junto a otro elenco de secundarios.
Sin embargo, desde que cayera lesionado en noviembre de 2017, el galés suma cerca de un año sin perderse un encuentro por problemas físicos y se ha erigido como el gran referente del Real Madrid de Julen Lopetegui, escudado por Asensio y Benzema.
Aunque lanzó un ultimátum en Kiev tras conquistar la Decimotercera con una chilena antológica, la salida de Cristiano Ronaldo liberó el torrente ofensivo de un Gareth Bale que ahora calza una sonrisa en las botas que le protege hasta de las lesiones.
Aprovechando que no fue al Mundial de Rusia, el galés se exprimió en pretemporada para asumir los galones del portugués, sumando siete goles y cuatro asistencias en los diez encuentros que ha disputado este curso con su selección y su club.
Tras caer en la Supercopa de Europa en Tallín, donde sirvió el gol a Benzema, Bale marcó en las tres jornadas de Liga, demostrando una vigorosidad y voracidad ofensiva inusitada, auspiciada por la ausencia de las lesiones que tanto le lastraron otrora.