En un torneo de vida corta como un Mundial, cualquier detalle cuenta. Un mínimo error o un gran acierto pueden cambiar la película en un abrir y cerrar de ojos. Por ello, los laboratorios de los entrenadores echan todavía más humo con el paso de los días y las rondas.
Ya solo quedan cuatro países en pie y con poco pueden sorprenderse. Siempre hay algún cambio, un giro con el que buscar algo diferente, pero las bases están más que asentadas. Así, el balón parado se ha convertido en un factor determinante para definir el pase a semifinales.
Hasta cuatro goles decisivos llegaron desde la estrategia. El primero, el de Raphaël Varane frente a Uruguay. En una falta lateral, Griezmann amagó el lanzamiento para agitar la defensa charrúa. Cuando centró, Varane apareció imponente para cabecear y conseguir el 0-1.
En el Brasil-Bélgica, los de Roberto Martínez intimidaron con su poderío aéreo hasta que Fernandinho se equivocó y mandó el balón a su propia portería. Kompany se lanzó hacia el primer palo buscando la prolongación, aunque fue en su fallo donde encontró premio, ya que Fernandinho no pudo apartarse a tiempo y Bélgica se adelantó.
Ya este sábado, Inglaterra tomó ventaja con un córner que Maguire remató ante la pasividad de la defensa sueca. Los de Southgate concentraron varios jugadores en el área, buscando el nerviosismo rival que terminaron encontrando. Ahí, la cabeza de Maguire marcó la diferencia.
Por último, en la prórroga del Rusia-Croacia, un testarazo de Vida parecía que dejaba a los balcánicos con los dos pies en semifinales. Tuvieron que sudarlo finalmente en los penaltis, ya que otra falta lateral fue cabeceada en este caso por Mario Fernandes, que envió el partido a la tanda fatídica.