Para ellos, como para los futbolistas de élite, el deporte rey es su vida y se entienden perfectamente en el césped.
"Nos leemos los labios o hacemos un acuerdo con signo o código que signifique un movimiento. Miramos continuamente al compañero, cuando defendemos también tenemos ojos para el portero. Intuímos más las jugadas y lo que piensa el otro. Es casi una cuestión de telepatía", explicaron al medio citado anteriormente.
Suplen así esa sordera con el resto de sentidos. "Desarrollamos más la visión y la generosidad comparado a los que son oyentes. El árbitro utiliza un pañuelo para hacernos las indicaciones", expresaron.
Su objetivo es seguir marcando goles, pero sobre todo acabar con la discriminación. "Es verdad que ahora la discriminación es menor: hay más formación, intérpretes y mucha adaptación. Pero hay camino por andar", concluyen.