Maradona sentía verdadera admiración por Fidel Castro, y nunca ocultó sus afinidades políticas, su inclinación por la izquierda latinoamericana. El 25 de noviembre se ha ido Maradona, como se fue también Fidel Castro.
Si algo siempre se ha criticado a Maradona es que dijera defender a los más necesitados mientras él vivía entre lujos, a todo tren. Es la crítica fácil. Es creer que ser de izquierdas equivale a ser pobre de solemnidad.
Maradona tenía, como todos, sus contradicciones, y eso es innegable. Pero era sincero, o esa es la impresión que siempre dio al mundo. Como sincera era su amistad con Fidel Castro, el carismático Presidente de Cuba y líder espiritual de la Revolución Cubana.
Una amistad que se forjó tarde en el tiempo, cuando un Maradona enfermo y al borde del colapso se puso en manos de los médicos cubanos para pedir una prórroga a la parca, allá por el año 2000.
Maradona ganó una vida extra en Cuba, y se mostró dispuesto a aprovecharla. Maradona, con un tatuaje del Che Guevara en el antebrazo derecho y con otro de Fidel en su gemelo izquierdo, siguió con su activismo en pos de los más necesitados.
No hubo un movimiento de izquierdas latinoamericano de este Siglo XXI que no tuviera a Maradona como portavoz ocasional en algún momento, pero con ningún líder estuvo tan unido como con Fidel.
Esa amistad perduró hasta que la llama del ex presidente cubano se apagó el 25 de noviembre de 2016. El destino ha querido que la de Maradona se apague ese mismo día, cuatro años más tarde.
Un 25 de noviembre se fueron dos referentes de Maradona: George Best, en lo extradeportivo; Fidel Castro, en lo ideológico. Caprichos de quien maneje los hijos de esta tragicomedia que llamamos vida.