La 'porca miseria' sepultó a la Roma. El salto al vacío propulsó al Oporto. Si el Parque de los Príncipes acogió un final de eliminatoria impensable, la de Portugal aglutinó emoción, nervios, goles, VAR e incertidumbre. Pasaron los lusos porque quisieron ganar. Cayeron los italianos por su miedo a perder.
Los de Conçeicao vencieron por dos veces. En el tiempo reglamentario, para forzar la prórroga, y en el tiempo extra, para alimentar su sueño de Champions. Y si vencieron las dos veces fue por afán, tesón y un remolino de fe articulado en torno a Marega, su nueva bestia.
El franco-maliense fue vital en la ida, porque no estuvo, y también la vuelta, porque apenas hubo un trozo de césped que no pisara. Robó el balón que supuso el 1-0, anotó el 2-1, rozó el tercero. E hizo que durante toda la noche la zaga romana pidiera paracetamol al banquillo. Marcano se fue lesionado, Florenzi cometió un penalti clave y pueril; quizá no fue casualidad.
Conçeicao había pedido cabeza, pues solo hacía falta un gol. Pero sus pupilos se aferraron al corazón y ese fue su maravilloso barco hacia cuartos. El timón, eso sí, tuvo acento mexicano. Jesús Corona, horadando la banda izquierda y liberándose hacia el centro, provocó los primeros cortocircuitos.
Hasta que Marega, cerca de la media hora, cargó contra otra mula, Manolas, quien acabó rodando por el suelo. Le dio tiempo a llegar al área, recibir de Corona y regalarle el 1-0 a Soares. Casi podría decirse que fue suyo.
El equipo de Di Francesco solo tuvo un soldado. Diego Perotti, el único que se atrevió a encarar, el único que olvidó que un gol de ventaja de la ida no es ningún potosí, cogía y encaraba. En una de esas, examinó a Éder Militao ante los ojos del mundo, ahora que lo sigue tan de cerca el Madrid. Y cometió un penalti de alevines.
De Rossi, pura sangre fría, anotó un impensable 1-1 visto lo que habían hecho unos y otros. Para eso sí servía el 2-1 del Olímpico. Quedó grogui el Oporto, emergió la Roma. Sin embargo, al filo del escanso Olsen volvió a salvar a los suyos.
El paso por el vestuarios no amainó a los locales, que volvieron a pedirle a la valentía un gol. Soares, en plancha, y Marega, con un recurso inesperado punteado por Olsen, rozaron la prórroga en dos minutos. Y solo dos después, la bestia volvió a rugir.
Corona la puso en ese doloroso sitio entre el portero, la defensa y el fuera de juego. El tanque de Conçeicao no remató, es que casi se metió con la bola en las mallas. Era muy pronto, faltaban 37 minutos. Y la sensación era de que habría huracán luso.
Apenas resultó un espejismo. Decayeron las fuerza súbitamente, aunque casi siempre se jugó en campo italiano. La igualada se mascaba, y también lo hubo en el reparto de "huys". Brahimi, en el 78, dio más al aire que a la bola ante Olsen. Perotti, previo regalo de Pepe, se equivocó de botón al disparar.
La prórroga, inevitable, mostraba sangre en los ojos del Oporto y hielo quebradizo en los romanos. Sin embargo, como suele ocurrir con la mayoría de ellas, sobró. Las piernas se agarrotaron, las ideas se escondieron. Apenas Marega, arrasando en el área, tuvo un lanzamiento a bote pronto que perdonó desde la corona del área pequeña. Ahí se acabó todo.
Sin embargo, los últimos 15 minutos, los que no tenían retorno, fueron electricidad pura. Como si alguien hubiera cambiado el guion del destino bruscamente. De pronto, la Roma parecía a punto de llevarse el botín. Hasta por tres veces Dzeko, en tres minutos, estuvo a punto de provocar un terremoto en la eliminatoria.
Parecieron maniobras de acercamiento. La primera, un cabezazo casi de espaldas. La segunda, un desajuste de puntería dentro del área. La última, un sutil toque de vaselina al que llegó a tiempo Pepe para abortarlo bajo palos.
A siete para el final, Florenzi demostró cómo el VAR va a cambiar el fútbol. En uno de esos agarrones que pasan ajenos porque el balón anda por otro lado, fue cazado como una cámara de carretera. Tensión, Çakir en el monitor y penalti majestuosamente lanzado por Telles.
La justicia y los méritos se abrazaban, también cada seguidor en do Dragao. Con todo, hubo tiempo para otro susto del VAR. Habría sido una crueldad que el Oporto hubiera acabado en la calle por un penalti de Marega. Pero no, no fue así.
La bestia sonrió, Di Francesco ya se teme lo peor. Y en cuartos, con el Ajax, habrá otro equipo sin miedo a perder. Y con Iker Casillas llevando la bandera simbólica.