El típico partido que se da por hecho que el Paris Saint-Germain ganaría no destrozó quinielas. Pero sí agitó algo. Terminaron ganando los de Tuchel porque el Nantes, mientras los parisinos estuvieron plomizos, pudo aguantar en pie. Pero ante la calidad de Mbappé y Neymar, poco se puede hacer. Pero agitó algo, decimos: los dos goleadores acabaron enfadados.
No invertiremos muchas líneas en una primera parte en la que lo más destacado fue el solemne mal rato del brasileño. Porque había marcado en los albores de los primeros 45 minutos. Sin embargo, el colegiado acudió al monitor del VAR y allí apreció una falta previa de Draxler. Al limbo el gran zurdazo de Ney, que no lo encajó nada bien.
Fue el primero de los mosqueos. Antes de los demás, salió la calidad de Mbappé. También la de Di María, que aderezó su pase rascando la bola con el exterior. Pero su bello gesto técnico enseguida quedó eclipsado con el taconazo del joven galo, que volvió a recordar por qué es el oscuro objeto de deseo de Zidane.
El PSG, quién sabe si con charla al descanso, había salido con otro talante. Se esperaba un efecto volcánico en ese momento. No se produjo, por más que dominara el PSG; sí llegó la primera de las paradas importantes de Keylor, siempre atento en su puesto de socorrista.
Aun así, nadie temía un empate. Por supuesto, habría sentencia. Pero antes de eso, el segundo enfado de la noche. Icardi se asomó por la banda para entrar y Mbappé, que porfiaba el doblete, no lo encajó nada bien. Se marchó al banquillo con aire desafiante y allí se escondió hasta el final todo lo que pudo en su chaquetón.
Con las cámaras enfocándole continuamente, llegó el único error de un gran Lafont en el Parque de los Príncipes; Pallois, con su extraña cesión, tampoco le ayudó un pelo. Cometió penalti el meta y Neymar, tras anotarlo dos veces porque se habían colado jugadores en el área, festejó y se llevó el índice a los labios mirando al césped. ¿Por quién iba ese gesto? Era el tercer enfado.
Y él mismo protagonizó el cuarto, puesto que tampoco pareció hacerle mucha gracia que Tuchel introdujera a Cavani en su lugar cuando apenas quedaban unos minutos.
Con todo cerrado, los tres minutos de añadido pudieron haber traído tres tantos más. Keylor, volador y lleno de reflejos, evitó el maquilla del Nantes. Cavani, en la última acción de la noche, disparó al aire cuando un taconazo de Di María le había puesto el tercero en bandeja. El día para disfrutar fue el día de los enojos.