El futbolista noruego alcanzó la fama cuando debutó como profesional con sólo 15 años. Fue todo un acontecimiento en su país, le dieron un premio por ello e incluso le dedicaron una canción.
Víctima quizá de las enormes expectativas depositadas en él, su primera aventura en la élite no salió como pretendía. Debutó con la absoluta de Noruega con 16 años, y hasta el Bayern le quiso fichar. Estuvo a prueba con los bávaros, pero la cosa no prosperó.
El Real Madrid le fichó a bombo y platillo en enero de 2016, y aunque llegó a estrenarse con el primer equipo, quedó claro que, aunque tuviera nivel para la Primera División de Noruega, no lo tenía para la española.
Tras su primera temporada en el Castilla, Odegaard dio muestras de lo que podía hacer, pero la Segunda Divsión B no es el mejor escenario para que el talento de nadie florezca.
Comenzó la siguiente, pero en enero empezó su aventura holandesa. Se fue cedido año y medio al Heerenveen, y este curso repitió, pero en el Vitesse de Arnhem.
Lleva, por tanto temporada y media en la Eredivisie, camino de las dos y media. Y ahí sí está creciendo. El problema es que, aunque la Liga Holandesa sea un buen escaparate, es difícil ser noticia fuera de la terna de grandes.
Por eso este partido con Noruega, ante España, se antoja vital para Odegaard. Es su oportunidad de demostrar de qué es capaz. No en vano, con sólo veinte años, Martin Odegaard es, por estadísticas, uno de los mejores futbolistas noruegos de la actualidad, y está entre los 30 mejores jugadores del mundo en su posición.