Nadie critica la existencia de una norma cuya razón de ser es proteger a los futbolistas. Lo que se critica es que cada colegiado la aplique como mejor le parece.
Todo comenzó con la roja a Modric en Balaídos, en la primera jornada de Liga. El gran público conoció de repente la existencia de esta nueva norma, y la polémica empezó.
Porque no fue el único pisotón en el tendón de Aquiles de aquella jornada, y la intencionalidad hizo de las suyas. Modric y Jorge Molina vieron la roja, pero otros salieron indemnes.
Ahora, un mes después, la polémica sigue viva. En la cuarta jornada se han visto dos nuevos pisotones, y solo uno recibió el máximo castigo.
El sábado Maxi Gómez pisaba a Clément Lenglet en el tendón de Aquiles, y horas después, en Vigo, era Jorge Sáenz quien pisaba tan delicada zona a Roberto Soldado.
Y mientras el primero era castigado con tarjeta amarilla, el segundo era expulsado, apenas once minutos después de arrancar el partido.
La norma está clara. Lo que no está tan claro son los criterios de su aplicación, que parecen variar de partido en partido, de colegiado en colegiado.