El 3 de septiembre de 2017, la débil selección centroeuropea rendía visita al siempre imponente Saint-Denis. Galos y luxemburgueses disputaban la antepenúltima jornada de la clasificación para el Mundial con el liderato aún por decidir.
Suecia ganó su partido ante Bielorrusia (0-4) y se fue a los 16 puntos, registro que ostentaban los de Didier Deschamps antes de un encuentro catalogado como muy asequible incluso por los más pesimistas.
Sin embargo, Luxemburgo comenzó a ponerles las cosas difíciles a los Griezmann, Mbappé y cía, que se chocaban una y otra vez con el muro de los visitantes. La misma zaga que, hasta entonces, había sido derribada en 17 ocasiones.
Hasta un total de 34 disparos, nueve de ellos entre los tres palos, coleccionaron sin premio los franceses. Griezmann se topó con la madera en el primer tiempo, pero no fue el único. Rodrigues estuvo a centímetros de dar la campanada, con otro disparo al palo a 12 minutos del final.
El 0-0 final supuso una catarata de críticas y dudas hacia 'les bleus' que, aunque pudieron resolver su pase a Rusia, quedaron marcados por aquel resultado más que inesperado. Por su parte, Luxemburgo celebró aquella machada como si de un título se tratase.
Pero el fútbol no entiende de pasado ni de futuro. Solo el presente influye en la pelota, la misma que quiso entrar cuatro veces en el templo de Subasic para valer un Mundial que es capaz de olvidar todas las penas pasadas. Incluso un 0-0 en casa ante Luxemburgo, del que ya pocos se acuerdan.