Corría el minuto 64 del PSG-Lille cuando el cuarto árbitro alzó el cartelón para desvelar quién sería sacrificado para dar entrada a Mbappé. Y junto al 7 del galo apareció en rojo el 10 de Neymar.
Y el público del Parque de los Príncipes volvió a emitir su veredicto: silbidos para Neymar. El cambio, que ya disgustó a la estrella brasileña, terminó por amargarle la noche cuando escuchó que desde la grada le volvían a abuchear.
Su partido fue discreto. Neymar no fue el factor diferencial en ningún momento, y pasó inadvertido en el triunfo ante el Lille. No dio motivos para ser silbado, pero volvió a serlo.
Y él, entre su tira y afloja con Tuchel y ahora esto, echó más leña al fuego yéndose directamente a los vestuarios. No terminó de ver el partido. Tan pronto como fue sustituido se fue por la bocana del túnel al vestuario.
Del campo a la ducha sin pasar por el banquillo. Saludó a Mbappé con un abrazo, le dio la mano a Dagba (estaba listo para entrar, a continuación, por Meunier) y a nadie más.
Tuchel ni se enteró, y aunque trató de quitarle hiero al asunto en la rueda de prensa posterior, no pudo evitar mostrarse preocupado y algo molesto. "Muchos jugadores se marchan directamente a los vestuarios, otros se quedan en el banquillo...", respondió, al ser consultado por ello.
"No le vi porque estaba concentrado en un cambio táctico. Por eso no lo vi. Tendremos que hablar de esto internamente", añadió, refiriéndose al hecho de que metiendo a Mbappé estaba reordenando su equipo.
Neymar llevaba desde mediados de octubre sin jugar ni un solo minuto por lesión, y Tuchel le puso de inicio. "Faltó seis semanas. Es mucho para un jugador como él. Le faltaba ritmo, precisión, tiempo para hacer cosas decisivas. Después de seis semanas, necesitaba jugar", dijo el técnico alemán, justificando su discreto partido.
Este martes el PSG juega contra el Real Madrid en el Bernabéu, y todos esperan al mejor Neymar para que los parisinos le den la puntilla al cuadro 'merengue'.