Jugó y perdió, porque empatar era como ser derrotado, estando como está el grupo. El Atleti ya sabía que, si ganaba, estaba en octavos. No ha sido así, y no porque no lo haya intentado, sino porque no ha sabido, o ha podido, sentenciar un partido que tenía muy a su favor.
Fue un vendaval. El Atleti del primer tiempo anuló al Bayern, que cierto es que jugó con dos chavales de 17 años y un buen puñado de suplentes. Para entender lo que se llevó Flick a Madrid no hay más que ver los cambios que hizo.
No viajaron nu Neuer, ni Tolisso ni Lewandowski, y dejó en el banquillo a Coman, Pavard, Boateng, Müller y Gnabry, y solo estos dos últimos entraron en el segundo tiempo, los otros tres, chavales de la prolífica academia bávara.
No necesitó mucho más el Bayern para sacar petróleo del Metropolitano, un empate que le permite seguir invicto en la Champions desde hace ya año y medio. Porque el Atleti no aprovechó su oportunidad.
Se enfrentó el club rojiblanco a un rival mermado por las bajas, que experimentaba con su once y formación, y al que dominó y sometió durante gran parte del partido.
El primer tiempo fue suyo. Joao Félix, en estado de gracia, y Yannick Carrasco, sublime esta temporada, castigaron al Bayern, ayudados por Correa y Llorente en todo momento.
Pero una tras otra el Atlético fue desaprovechando sus claras llegadas de peligro, hasta que en una, a los 26 minutos de partido, marcó. Lucas, que llevaba un minuto para olvidar, acabó permitiendo la internada por banda de Llorente, y su centro al primer palo lo remató en llegada el joven delantero luso, para poner en ventaja al Atlético.
Y Simeone, lejos de echar al equipo atrás, quiso buscar el segundo. Pero no lo encontró. Süle apareció una vez tras otra, rapidísimo pese a su envergadura una vez echa a correr, y si no, bajaba a ayudar Musiala, sin duda protagonista de los primeros minutos por su atrevimiento.
El descanso llegó sin que el Atlético duplicase su ventaja, sin que marcase el gol de la tranquilidad, y a Simeone le entró el vértigo. Volvió, poco a poco, el técnico resultadista, el del 'unocerismo', el del 'cholismo'.
El Bayern lo vio, y empezó a meter más y más en su campo al Atlético. No jugó a favor de los rojiblancos el cansancio, claro está. Y menos que Simeone, viendo cómo el Bayern renovaba medio equipo de una tacada a la hora de juego, siguiera quemando a los suyos.
De hecho, su primer cambio fue obligado, por lesión, casi en el 70', cuando Giménez, en un despeje acrobático para evitar un uno contra uno, se hizo daño en el muslo. Entró Felipe en su lugar, y el Atlético cerró filas.
Se echó atrás. Volvió a ser el Atlético de Madrid de años pretéritos, del que no queda rastro en Liga y que se intuye demasiado en la Champions. El Bayern, con su zona de creación renovada, se fue arriba.
Y mientras Flick quitaba a Musiala, fundido, y metía a otro chaval, Angelo Stiller, Simeone quitaba a Correa para meter a Herrera. Uno daba frescura a su equipo, el otro lo encerraba.
¿Y qué pasa cuando te encierras contra el Bayern? Que te mete gol. ¿Cómo llegó esta vez? De penalti, un penalti indiscutible de Felipe, engañado por Müller.
El delantero bávaro, quien acostumbra a meter goles apareciendo por sorpresa por donde nadie le espera, se metió en una ratonera. Era imposible que saliese con el balón controlado estando rodeado de tres rivales. A no ser...
A no ser que alguien le hiciera penalti. Y así fue. Felipe metió la pierna para cortar su avance y le zancadilleó. Penalti que el mismo Müller convirtió haciendo inútil la estirada de Oblak.
Y todo eso, a cinco del final. Simeone, que iba a cerrar sus cambios metiendo a Lemar para tener alguien fresco que corriera a por esa contra que le iba a dar el partido por ganado, se vio obligado a acompañar al francés de Renan Lodi.
Sin Correa, ni Carrasco ni Joao se jugó el Atlético sus últimos cartuchos, y a punto estuvo de obrar un milagro, primero con una falta colgada al área por Lemar que Hermoso remató alto, y después con un córner que Lemar peinó en el primer palo y que Felipe, en el segundo, fue incapaz de rematar.
Fue cobarde el Atleti, una vez más, o conservador, como prefieran definirlo, y aunque en Liga es un muro de granito sólido, en Champions no, y menos ante un Bayern que necesita poco, poquísimo, para marcar.
Porque aparte del penalti los de Flick apenas tuvieron ocasiones, y casi todas ellas se concentraron en la segunda mitad, cuando los de Simeone renunciaron al balón y dejaron a su rival que se creciera.
Al final, un empate a uno que al Bayern sirve para prorrogar su recha de invicto, y que al Atleti vale de poco. De muy poco. Y que sabe a nada porque ya paladeaba una victoria que le metía en octavos. Ahora, a viajar a Salzburgo a jugárselo a cara o cruz con un rival al que aventaja en dos puntos. Al menos, cuarto no puede quedar ya. Es un consuelo.