No pudo ni supo hacerlo mejor el cuadro de Klopp. Porque lo que es querer y voluntad, le sobró. Dominó de forma tajante desde el primer minuto, con llegadas y disparos de todos los colores.
Pero las voces que hablan desde hace varias semanas de falta de gol cada día gritan más en Anfield. Una sequía que Klopp intentó arreglar con cambios en el once en ataque, con Origi y Shaqiri junto a Mané. Pero el Liverpool, pese a un balón a la madera del belga en el 43', no fue capaz de mover el 0-0 en el primer tiempo.
Tras la reanudación, el técnico alemán intentó ponerle remedio y metió a Salah y Firmino poco antes de la hora de juego. Toda la carne posible en el asador. Pero ni así lograban los 'reds' batir a un Pope que, sin embargo, tuvo mucho trabajo.
Con el paso de los minutos, el dominio se volvió desesperación entre los locales. Y el Burnley ya iba soñando con un punto... que acabó convirtiéndose en tres.
A falta de siete minutos para el final, Barnes transformó una pena máxima ante Alisson y puso el 0-1. Esto no hizo más que enfadar aún más al Liverpool, pero no sirvió de nada que se volcase sobre la meta rival.
Los de Klopp suman su cuarta jornada seguida sin ganar y se quedan cuartos con 33 puntos, a seis del United, además de decir adiós a la racha de tres años y nueve meses sin perder como local en la Premier. El Burnley, con 19 puntos, sigue ascendiendo con su tercera victoria en los últimos cuatro encuentros.